Consolidación política es un concepto difícil y escurridizo para la ciencia política, quizás porque la fuerza de la palabra sugiere un pronóstico de temporalidad: los sistemas consolidados duran, los inestables caen.

Sin embargo, la historia de la humanidad se opone a esa sentencia. No han sido pocas las veces que un régimen consolidado se desploma y uno sumamente inestable se mantiene a lo largo del tiempo.

¿Entonces, cuándo se consolida un régimen? ¿Cuáles son las dimensiones de la consolidación y cuáles sus indicadores?

El término ha sido definido de múltiples formas y se desarrolla en diversos niveles. También ha sido empleado en muchas ocasiones como un sinónimo de otros fenómenos políticos, aparentemente idénticos o que se desarrollan simultáneamente, por ejemplo, institucionalización.

El politólogo Samuel Huntington definió consolidación al proceso mediante el cual procedimientos e instituciones alcanzan un nivel de estabilidad. Por su parte, en el clásico manual “Problemas de la transición y consolidación democrática”, los autores Linz y Stepan la definieron como la ausencia de grupos políticos significativos que atenten seriamente contra el régimen. Idea que también fue plasmada por Giuseppe Di Palma en la famosa frase “la democracia está consolidada cuando se convierte en the only game in town”, resaltando el compromiso de todos los actores en mantener el sistema político.

El breve inventario registra dos variables importantes: por un lado, los valores políticos y por el otro, las instituciones. Cuando los líderes muestran satisfacción y compromiso con las reglas de funcionamiento y de toma de decisiones, y manifiestan su interés en someterse a esas reglas, con independencia de sus resultados, permiten que las normas e instituciones alcancen altos niveles de consolidación.

La fórmula entonces expresa un círculo virtuoso en el que la cultura y la institucionalidad se refuerzan y reproducen mutuamente. El comportamiento refuerza las normas e instituciones y estas refuerzan el comportamiento. En contraposición, cuando valores y normas apuntan en direcciones distintas el régimen se encuentra en una situación de precariedad que tiende a su propia autodestrucción, en el que su supervivencia depende de su capacidad de imposición a través de mecanismos de coerción y control.

Si analizamos la Venezuela chavista, es fácil descubrir que las principales instituciones sobre las que descansa políticamente el régimen no cuentan con el apoyo ni de la gran mayoría de la clase política ni de la población en general. Ambos expresan continuamente su deseo de materializar un cambio en las reglas de funcionamiento, para compatibilizar la institucionalidad con sus valores.

Así, el rechazo al presidente Maduro y a la Asamblea Nacional Constituyente, piedras angulares del régimen, se acercan al 80%. La desconfianza en el sistema judicial alcanza el 75%. Las decisiones del régimen solo son acatadas bajo estricta vigilancia policial y son desobedecidas en cuanto el temor a las sanciones disminuye.

La mayoría de las decisiones en materia económica son inversas a la cultura. Según los datos de la Corporación Latinobarómetro, el 78% de los venezolanos afirmaba en 2017 que la economía de mercado es el único mecanismo mediante el cual el país puede ser desarrollado. Un análisis de las leyes socialistas en materia económica revela claramente que las sanciones se han ido incrementando continuamente como mecanismo de intimidación al empresariado para obligar su cumplimiento.

¿Pero inestabilidad implica necesariamente el fin de un régimen?

No necesariamente. Un régimen puede mantenerse en contra de la voluntad de las grandes mayorías por largo tiempo. Y el control a través de la represión en ocasiones solo se quiebra por la propia voluntad de quienes controlan los mecanismos de coerción.

Sin embargo, cuando una alternativa política crece entre la población hasta alcanzar mayores niveles de legitimidad y apoyo, puede emerger un nuevo consenso que dé paso al cambio político.

Consolidación e inestabilidad no son estadios finales. No toda inestabilidad es terminal, no toda consolidación es irreversible. Los regímenes políticos, ya sean autoritarios, ya sean democráticos, logran resolver temporalmente sus conflictos internos y generar nuevos consensos solo hasta que un próximo conflicto vulnere nuevamente sus pilares. (O)