En la Pascua de 2016 escribí mi primer artículo con este título, sin perder jamás la esperanza en una vida nueva para nuestra querida patria, que a los pocos días experimentó el terremoto de Manabí y Esmeraldas, y que hoy, como nunca, está amenazada por los narco- guerrilleros disidentes de los acuerdos de paz en nuestro país vecino.

Esta agresión del norte fue temida desde que se inició el proceso de paz y, tal parece, no se tomaron las medidas necesarias de parte de los gobiernos de Colombia y Ecuador para evitar el asalto a nuestro país.

¿Será, como afirman algunos, que hemos vivido un narcogobierno que los mantuvo contentos, y ahora no quieren ser perseguidos ni que se incauten sus cargamentos de drogas?

¿Vamos a permitir que nos amenacen, que nos atemoricen con bombas, con secuestros?

¿Estamos preparados para hacer frente a esta violencia y maldad que pretende controlarnos?

Los tres que nos faltan, por ser valientes y comprometidos, cayeron víctimas del secuestro y no sabemos cómo estarán padeciendo, si habrá una posibilidad de rescate, sin perder la dignidad y soberanía de nuestro Ecuador. ¡Qué dilema!

Son muchas las interrogantes respecto de esta situación en nuestra frontera norte de cuya existencia se tenían sospechas sobre todo desde el episodio de Angostura.

Nadie debe quedar indiferente, ni cruzarse de brazos. Es un momento crucial para la unidad del pueblo ecuatoriano porque todos y cada uno somos los amenazados y no solo los habitantes de las provincias limítrofes.

Así como esperamos del Gobierno actitudes y decisiones claras, definidas y tajantes ante este tremendo problema, así también nos toca a todos presentar soluciones, exigir y demandar la limpieza de nuestras fronteras.

Mientras, estamos todavía bajo el shock del destape de la corrupción en la década del correísmo, esperando que se haga realmente justicia como se merecen los corruptos y con la agilidad y transparencia que esperamos.

Hace dos años afirmé:

“Ecuador parece muerto, lamentablemente, por la politiquería barata, por la corrupción, el individualismo, la falta de visión común, por la crítica impotente o inútil, por la indiferencia o conformismo de muchos, por la ambición de poder, por la delincuencia y narcotráfico, por el sicariato y también por la falta de justicia oportuna que genera no solo impunidad, sino también desesperanza e impotencia”.

Queremos creer que ahora la situación puede ser diferente a la del gobierno anterior, lo anhelamos. Pero y nosotros, cada uno, ¿qué estamos dispuestos a aportar nuevo y positivo a nuestro país?

Si como ciudadanos no tenemos nada que ofrecer, ¿con qué cara lo exigimos de quienes nos dirigen?

¡Allí están el cambio y la resurrección! ¡Que mueran nuestro egoísmo y comodidad, la ceguera de los jóvenes, la indiferencia de los adultos y el hastío de los mayores!

¡Que mueran la indecisión, la división y que resuciten la unidad y solidaridad!

Que cada ecuatoriano viva intensamente la convicción de ser todos necesarios para defender a nuestra patria, erradicar la corrupción, la violencia y narcotráfico. (O)