La designación de Francisco Borja Cevallos como gerente editorial de los medios públicos ilustra bien las dramáticas e incomprensibles mutaciones ideológicas y éticas que caracterizan a esta inusual transición política. Francisco Borja fue primero embajador del gobierno de Rafael Correa en Chile y luego en Washington. Entre una y otra misión ocupó, por un tiempo corto, el cargo de ministro de Cultura. Se supondría que Borja fue un hombre convencido de la Revolución Ciudadana, de sus ideales y políticas, y una persona, a la vez, de gran confianza de Rafael Correa.

El apego militante suyo, la fidelidad y cercanía a las posturas del proceso se muestran, por ejemplo, en su enorme silencio frente a todos los atropellos cometidos por el gobierno anterior en contra de los medios de comunicación privados. Nunca dijo nada ni mostró la menor preocupación. Silencio aún más grave el suyo si se considera que durante muchos años estuvo ligado a los medios de comunicación tan maltratados por Correa. Trabajó en Teleamazonas, Ecuavisa, diario Hoy y Metro Hoy, hasta donde yo conozco. Su silencio puede explicarse desde dos escenarios posibles: prevalecieron sus intereses circunstanciales frente a la idea de jugarse por los medios en los cuales trabajó y a favor de la libertad de expresión. O, por el contrario, nunca creyó en los medios ni en la libertad de expresión. En los dos casos se le plantean dilemas éticos difíciles de resolver.

Ahora Francisco Borja ha sido nombrado gerente editorial de los medios públicos. No parece que sea un problema para él colaborar con un gobierno calificado de traidor por quien fuera su jefe y líder político. Colaborará con un gobierno que propone hacer todo lo contrario a lo que hizo el anterior en términos de manejo de medios públicos. Los medios a los que dirigirá editorialmente Borja fueron acusados de ser parte de un aparato de propaganda durante el gobierno al cual sirvió. Pues bien, llega a un cargo con las instrucciones de hacer todo lo contrario a lo que se venía haciendo. Nunca supimos que estaba en desacuerdo con la política de comunicación de su gobierno. ¿Cómo ahora hace este giro político tan dramático, como la misma transición que vive el país, sin incomodarse? Algo anda mal en la conciencia política y en la conciencia ética de Francisco Borja.

Abordo este tema desde un caso muy particular solo para ilustrar, a través suyo, el dramatismo político y ético del momento actual. La Revolución Ciudadana engendró unos comportamientos ideológicos y éticos difíciles de discernir. Allí están José Serrano, Carlos Baca y Carlos Pólit como ejemplos de engendros revolucionarios. ¡Cuánta gente que colaboró militantemente con Correa se pasó al bando de Moreno! El mismo Moreno termina siendo un dilema ético: si recordáramos cada una de las afirmaciones suyas durante la campaña electoral no terminaríamos de entender sus posturas actuales. Solo podríamos concluir que todo el proceso de los últimos diez años fue una farsa, tanto que muchos excolaboradores del expresidente no tienen el menor empacho, ni se les cae la cara de la vergüenza en hacer giros que, en condiciones normales, serían inaceptables. Pero ahí están muy campantes y cómodos viviendo, sin sonrojarse siquiera, sus propias mutaciones ideológicas y éticas. (O)