Es escalofriante la declaración de los excompañeros de Nicolás Cruz, el autor de la masacre en el Estado de Florida. Varios de ellos sostuvieron que desde hace tiempo se comentaba en el colegio que, si llegara a producirse un hecho de este tipo, él sería el autor. Es un testimonio conmovedor porque, antes que nada, demuestra que la conflictividad que ya se había anidado en su mente había alcanzado tan alto grado que aparecía prácticamente como una huella de identidad. Pero, sobre todo, lo es porque pone en evidencia que un asalto armado a un centro educativo, un tiroteo con múltiples víctimas, es algo que puede ocurrir en cualquier momento. En su declaración, los estudiantes dejan ver que lo consideran como algo más que una posibilidad remota. Lo ven casi como un hecho que va a ocurrir algún día, no solamente que puede ocurrir. Para ellos es prácticamente una certeza.

Sin duda, es importante analizar el perfil psicológico del autor y evaluar las condiciones que lo llevaron a desarrollar una personalidad agresiva. Por esa vía se podrá llegar a establecer el impacto de la muerte de sus padres biológicos y de la madre que lo adoptó, así como la muy probable marginación que sintió en el colegio. Pero nada de lo que ocurría en su cabeza y que era potenciado por las incidencias que tuvo que enfrentar puede explicar su decisión de utilizar un fusil de asalto para, literalmente, descargar su ira contra sus compañeros. Su biografía no es diferente de la de cientos de millones de jóvenes de cualquier lugar del mundo. Pero un desenlace como este corresponde solamente a un reducido número de ellos. A ese punto pueden llegar únicamente quienes viven en un medio que incentiva esos comportamientos. En este caso, bajo unas leyes que no permiten a una persona de su edad comprar una cerveza, pero sí un arma de guerra.

La famosa segunda enmienda de la Constitución norteamericana ha sido frecuentemente aludida como una de las causas de fondo. En efecto, lo es porque otorga categoría de derecho a la tenencia y el uso de armas, incluidas las de alto poder, como el rifle Colt AR-15 utilizado para esta matanza. Se puede suponer, entonces, que si se derogara esa disposición se eliminaría uno de los factores que llevan a estos crímenes. Sin embargo, no faltan quienes argumentan en sentido contrario, cuando sostienen que esa medida sería inútil, ya que el fondo del problema es la pérdida de valores y la desorientación de los jóvenes, o de buena parte de ellos. Para graficarlo apelan a realidades tan diversas como la de El Salvador o la de algunos países en los que se ha enraizado el fundamentalismo musulmán. Pero no es así porque las condiciones que llevan a que los unos busquen su opción de vida en la pandilla y los otros en la guerra no están presentes en Estados Unidos. La certeza de la masacre como parte de la vida cotidiana exige ir al fondo del problema. (O)