Me refiero a la reciente carta de Guillaume Long renunciando a su cargo de representante permanente del Ecuador ante las Naciones Unidas (Ginebra), exclusivamente porque se trata de una prueba más del exacerbado cinismo con el cual determinados personajes afines al exmandatario se animan al argumento político de forma obediente y pueril; en realidad, la renuncia es un claro ejemplo de lo sinuosa que puede llegar a ser una opinión cuando está cargada de tantos prejuicios y clichés como de forma ostentosa los incorpora el exembajador.

Se anima el renunciante, entre otras cosas, a criticar la consulta popular (“es inconstitucional y una violación flagrante a la institucionalidad, la democracia y el Estado de derechos en el Ecuador”), manifestando de forma específica su rechazo a dos preguntas, la relacionada con la supresión del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, así como la que se refiere a la Ley de Plusvalía, alegando en este último caso que se trata de un “acto manipulado y absolutamente reaccionario”, es decir, reflejando el mismo caprichoso sesgo que nutrió tan aleve disposición legal, rechazada por la gran mayoría de la ciudadanía no solo por el efecto ruinoso que ha tenido en el área de desarrollo inmobiliario y construcción, sino adicionalmente debido a que su sustento estuvo revestido de tal desmesura que no admite mayor discusión de carácter conceptual; para Long, sin embargo, la única lógica que sirve en esa reflexión es la que impone la “impostergable perspectiva de la igualdad”, no importa cuán afrentosa y resbalosa pueda llegar a ser.

¿Dónde vivió este fulano en los últimos años, a qué régimen sirvió, qué entiende como noción básica de autoritarismo? Pienso que no hay cómo perderse: o Long es un descomunal despistado o simplemente es un contumaz cínico.

Pero cuando más demuestra su tufo político es cuando manifiesta que no puede seguir siendo el representante de un gobierno que comete el tipo de atropello de los últimos meses y que “se rehúsa a ser cómplice del peligroso autoritarismo disfrazado de falso ecumenismo y espíritu arrogante que hoy coloniza progresivamente a nuestro Ecuador”. Perdón, pero ¿dónde vivió este fulano en los últimos años, a que régimen sirvió, qué entiende como noción básica de autoritarismo? Honestamente pienso que no hay cómo perderse: o Long es un descomunal despistado o simplemente es un contumaz cínico, porque si algún rasgo no se puede borrar del anterior periodo es el carácter autoritario y fundamentalista con el cual se manejaron las diversas instancias en el poder, todo al servicio de un proyecto que de acuerdo con Long es uno de los “más interesantes y esperanzadores de la historia de América Latina”.

Termina Long su carta de renuncia señalando que el honor de su vida ha sido servir al Ecuador y trabajar para “un proyecto político progresista”; quizás hubiese sido preferible que se ahorre dicho honor y se dedique a revisar algo de la historia de su Francia natal, pues si algo han sabido hacer los franceses, no siempre pero usualmente, –¡viva la France!– es llamar por su nombre a los autoritarios. (O)