Hoy es Navidad, un día que provoca algarabía, intercambio de regalos y, para los cristianos, oportunidad de robustecer sus creencias religiosas y su práctica.

Se conmemora algo que sucedió hace más de 2.000 años, cuando José, un carpintero, y su esposa, María, que estaba embarazada, viajaron a Belén para empadronarse; según el evangelio de Lucas, “sucedió que cuando estaban allí, se le cumplieron los días de alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en el alojamiento”.

El niño de Belén creció y propuso un modelo de vida diferente, basado en la justicia, la verdad, la libertad y el amor, un modelo considerado, entonces, subversivo, que lo llevó a la muerte en el Calvario. Son valores universales destinados a cambiar la historia y que, probablemente, hoy también algunos los consideran peligrosos.

En resumen, lo que conmemoramos es para los cristianos el nacimiento del Hijo de Dios y su llamado a construir un mundo fraterno, justo, libre, basado en la verdad y el amor. Para los que no lo son, puede ser una filosofía de vida. ¿Y para usted, amigo lector?

Feliz Navidad para todos. (O)