Parecía que la falta de presencia del estudiantado en ciertos sectores de la ciudad provocaba esa desolación, esa tristeza, esa falta de laboriosidad propia de las capitales pujantes en desarrollo. El inicio del nuevo año escolar en la Sierra, la compra de los útiles, el bullicio en las paradas de buses y a las salidas de los establecimientos educativos, etcétera, no logró desencajar el aspecto urbano soñoliento de las frías mañanas y tardes.
Mientras no se adviertan serias señales de reactivación económica, mientras la impunidad siga haciendo de las suyas, mientras acólitos remotos sigan merodeando la administración pública, todas las ciudades del país seguirán lúgubres, a cámara lenta, a consecuencia de la falta de trabajo y la ausencia de efectivo en los bolsillos. Quienes tengan asegurado su sueldo por su estabilidad laboral podrán esquivar con suerte este ciclo de vacas flacas; quienes dependan de sus negocios o del libre ejercicio de su profesión, seguro no verán el cambalache deseado en corto y mediano plazo; y quienes vivan del día a día deberán alzar sus plegarias para que se revea esta perversa situación. La ola de corrupción desatada y que provocó la estampida de caudales verdes a paraísos fiscales, en cifras que sumadas sobrepasan los diez dígitos, nos dejó sin capital y nos está obligando al uso de dinero electrónico a sabiendas que aquello apenas zanjará una mínima parte el gran problema que significa el endeudamiento externo e interno exagerado.
En Cuenca y en Azogues la construcción ha caído en un 46%. ¡Alarmante! El presidente de la Asamblea ha anunciado que revisará la Ley de la plusvalía. Es hora que esa malhadada ley que tiene que ver con la especulación, el valor de las tierras y la fijación de tributos sea eliminada de tajo, como insistentemente se lo propone desde varios sectores afectados como las cámaras de la construcción y los colegios profesionales de ingenieros y arquitectos. Los corredores de bienes raíces y los negocios afines están parados a la espera de nuevas decisiones que reviertan esta inmovilidad enojosa. Las propiedades y otros enseres no se venden por falta de circulante y por la desconfianza en los inversionistas. Recordemos que el 75% de la ganancia extraordinaria deberá entregarse al Estado.
Esta Ley de plusvalía se viene arrastrando desde el 2015 cuando se la propuso, desde entonces la construcción se constriñó y se agudizó en diciembre del 2016 cuando la Ley se aprobó. Una decisión urgente en este tema hace falta para que retomemos el dinamismo urbano y económico perdido, para que las ciudades vuelvan a ser los núcleos de negocios que muevan el circulante. (O)
Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto; Azogues, Cañar