Van sembrando letras por todos los rincones. Andan como saltimbanquis sobre balcones, azoteas, instituciones, universidades, malecones, parques, cementerios. Trepan a los árboles. Hablan con reptiles y peces asombrados de esas bífidas lenguas que disparan versos. Surcan los cerros sobre iguanas voladoras; un nostálgico “viudo” va a llorarle a Jota Jota por su ausencia y el camposanto aplaude con bullicioso silencio. Mis pies los miran con recelo, se les pegan como sanguijuelas, escudriñan las frases en mandarín, japonés, kurdo; esas estrofas con aroma a pampa, al Magdalena, a potaje, tequila, yahuarlocro.
Aparecen “mujeres gallinas” cacareándonos sus penas, “líneas curvas” confesando sus blasfemias, “virus dispersándose como nieve”, me encela el “abrazo de las piedras”. Escucho “cinceles de sonido golpeando en círculos”, “arremetidas de fulgurantes violines…”, “uvas bailar entre los labios”, a “las amantes caer fundidas crepitantes”, “pedidos de auxilio llegando tarde”, a “Beethoven que llora” en una esquina. Otros “hablan con el fuego”, “doman incertidumbres”, “aúllan en lunares que dan suerte”, ven “globos convirtiéndose en peces” y “bebes-latas dormitando en jaulas de hierro”; frases que el enjambre de “abejas desquiciadas” susurra en mis tímpanos. Cantan, ríen, se abrazan, bailan con botellas en sus cabezas. Mis pies se suman al jolgorio. Estoy dentro de un hermoso poema titulado X Festival Internacional de Poesía de Guayaquil Ileana Espinel Cedeño 2017, organizado por El Quirófano Ediciones con auspicio de importantes organismos. Este evento convoca cada año, desde el 2008, a connotados vates nacionales y extranjeros, para conmemorar el legado de la gran poeta guayaquileña Ileana Espinel. Del 10 al 14 de julio reciente vivimos su décima edición con alrededor de setenta participantes de catorce países, como China, Gales, España, Kurdistán, Japón, Estados Unidos, Francia, Perú, Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, México, Cuba, más el anfitrión, Ecuador.
Desde la jornada inaugural la poesía iluminó las tardes y noches guayaquileñas, cuyo público respondió con educada presencia en los escenarios donde se efectuaron las lecturas. Los poetas compartieron sus magníficos trabajos con los asistentes, así como también brindaron su cercanía, ese cara a cara de mirada sincera, conversa amable, abrazos derribando límites, idiomas, colores; la sonrisa franca y recíproca acariciándose las almas hermanadas por la prosa y por el verso, mostrándose como entes de carne y hueso esparciendo mágicas esperanzas en vocales y consonantes que rompen mitos, tabúes y sueños imposibles.
Eventos como este son dignos de imitar, donde la letra sea replicada en todos los géneros, para impulsar la cultura hacia una mayor integración étnica, cultural, social y crear espacios literarios en los barrios que atraigan más personas a las letras, la poesía, como un puño con fuerza suficiente para demoler estigmas y fronteras. Merecido su nombramiento como Festival Emblemático del Ecuador por parte del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Justo reconocimiento a la excelente labor del equipo encabezado por su director Augusto Rodríguez junto con Siomara España y demás colaboradores. Estoy seguro de que este certamen seguirá creciendo hasta constituirse en factor clave para un mayor avance cultural del país. Hasta mientras parpadeo lentamente, esperando que un cerrar y abrir de ojos me despierte en el año siguiente entre esas “frenéticas” abejas zumbándome los oídos. (O)