Releyendo la exhortación apostólica postsinodal Amoris letitia, del papa Francisco, sobre el amor en la familia, encontré una parte cuya lectura me cuestionó y me indujo a compartirla con usted, pensando que la exposición puede serle útil.

Se trata de la parte titulada Discernir el cuerpo, que abarca los números 185 y 186 del documento.

En ella Francisco expresa que es conveniente tomar muy en serio un texto bíblico que suele ser interpretado fuera de su contexto, o de una manera muy general, con lo cual se puede descuidar su sentido más inmediato y directo, que es marcadamente social, destaca.

Se trata de los versículos 17 al 34 del capítulo 11 de la Primera Epístola a los Corintios, donde san Pablo enfrenta una situación vergonzosa de la comunidad.

Allí, algunas personas acomodadas tendían a discriminar a los pobres, y esto se producía incluso en el ágape que acompañaba a la celebración de la eucaristía.

Mientras los ricos gustaban sus manjares, los pobres se quedaban mirando y sin tener qué comer.

Así “uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis tan en poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres?”.

Comenta Francisco: La eucaristía reclama la integración en un único cuerpo eclesial. Quien se acerca al Cuerpo y a la Sangre de Cristo no puede al mismo tiempo ofender este mismo Cuerpo provocando escandalosas divisiones y discriminaciones entre sus miembros.

Se trata, pues, de “discernir” el Cuerpo del Señor, de reconocerlo con fe y caridad, tanto en los signos sacramentales como en la comunidad, de otro modo, se come y se bebe la propia condenación, según el versículo 29 del citado capítulo 11.

Este texto bíblico es una seria advertencia para las familias que se encierran en su propia comodidad y se aíslan, pero más particularmente para las familias que permanecen indiferentes ante el sufrimiento de las familias pobres y más necesitadas.

Continúa el papa: La celebración eucarística se convierte así en un constante llamado para “que cada cual se examine” en orden a abrir las puertas de la propia familia a una mayor comunión con los descartables de la sociedad, y, entonces sí, recibir el sacramento del amor eucarístico que nos hace un solo cuerpo.

No hay que olvidar que la “mística” del sacramento tiene un carácter social, como lo explicó Benedicto XVI en su carta encíclica Deus caritas est.

Cuando quienes comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la eucaristía es recibida indignamente.

En cambio, las familias que se alimentan de la eucaristía con adecuada disposición refuerzan su deseo de fraternidad, su sentido social y su compromiso con los necesitados, concluye Francisco al finalizar este tema del discernimiento en la recepción de la eucaristía, para que aprendamos a entregarnos como Jesús se nos entrega.

¿Lo conseguiremos? ¿Por qué? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)