El 16 de octubre de 2007 debería ser reconocida oficialmente por los guayaquileños como una fecha fatídica y de ingrata recordación sobre los hechos que se dieron con motivo de la creación de la provincia 24 de Santa Elena, mediante decreto firmado por el expresidente Rafael Correa Delgado; hechos repudiables y censurables desde todo punto de vista, cuando una turba mal dirigida y mal orientada –a la que se le había incentivado un odio feroz contra Guayaquil y los guayaquileños– procedió a realizar el acto de ofensa y deshonra contra nuestro símbolo cívico más emblemático (nuestra gloriosa bandera del 9 de octubre), que no tiene comparación en la historia de nuestra ciudad. Esta turba procedió a limpiarse las entrepiernas con nuestra bandera entre los gritos e insultos contra los guayaquileños, y finalmente la quemaron.
Ante estos hechos sorprendentemente hemos guardado silencio todos estos años. Aquí hay una responsabilidad compartida de la ciudadanía, de las autoridades que poco o nada han hecho, el periodismo, la prensa especializada que nunca se pronunció al respecto, los maestros de escuelas y colegios que son los encargados de orientar a los niños y jóvenes, las futuras generaciones que debieron haber realizado campañas de concientización para que actos repudiables de esta naturaleza nunca se repitan.
Guayaquil se prepara a celebrar en el 2020 el bicentenario de nuestra independencia: 200 años de emancipación política del colonialismo español, por esta razón necesitamos reivindicar nuestra bandera.
Lo menos que podemos pedir a las autoridades correspondientes de Santa Elena, concretamente a su alcalde, es que realice un acto de desagravio de manera pública a nombre de toda la ciudadanía por las ofensas cometidas contra nuestra bandera, acto que deberá realizarse en el mismo lugar y fecha que se produjo la agresión. Pongo como antecedente histórico el 16 de octubre del año 2007 (Villingota), actual provincia de Santa Elena.(O)
Antonio Layana, licenciado, Guayaquil