Formoso fue un papa que murió envenenado el año 896. Nueve meses después, el pontífice Esteban VI ordena su exhumación y lo somete a juicio en un concilio, acusándolo de haber usurpado el solio. Le ponen sus ornamentos y se lo sienta en un trono. En el remedo de juicio se le asigna inclusive un abogado. Lo declaran culpable, anulan su elección papal y sus actuaciones, lo despojan de sus vestiduras y le arrancan tres dedos de la mano con la que impartía las bendiciones. Queman su cadáver, lo arrastran por las calles de Roma y echan sus restos en el río Tíber. Esteban VI a su vez es objeto de la ira popular, encarcelado y estrangulado.

¿Se pretende iniciar contra el presidente saliente de la república una especie de Sínodo del Terror, como el sufrido por Formoso? El ecuatoriano no debe juzgarlo, ni como mozo de asiento, ni como perro con hambre. A pesar de sus difíciles circunstancias familiares, en el orden personal y económico, demostró talento y progresó. Un político de la galería de la infamia injurió a su padre muerto, pero un periodista lo increpó. Fue scout, donde se aprende a servir al prójimo y a amar a la naturaleza. Estuvo en una comunidad indígena por un año, alfabetizando y enseñando economía. Tres veces mereció la confianza ciudadana en los comicios y se engolosinó con el poder. Realizó su gobierno obras gigantescas en materia social, reduciendo la pobreza según el Banco Mundial, del 36,7% al 22,5% del 2007 al 2014 y disminuyendo la desigualdad en los ingresos. Dio una conferencia en el Vaticano por invitación del papa Francisco, para la elaboración de una encíclica y coincidió con él en su preocupación por los desposeídos y en su visión sobre el papel del mercado en la sociedad.

Toca al nuevo director de orquesta, sin ceños fruncidos, poner una música que armonice, que ratifique la buena partitura y suprima las disonancias. Toca a los integrantes de la orquesta hacer sonar sus instrumentos de tal modo que el público disfrute del espectáculo...

Mas, al igual que el Dr. Jekyll se convierte en el criminal Sr. Hyde cuando bebe una poción que separa la parte humana de la maléfica en la novela de Robert Louis Stevenson, nuestro personaje tenía otra identidad. Una que lo mostró como un autócrata que abusó del poder irrespetando y acanallando a todo aquel que discrepara de él; controlando a toda la institucionalidad pública, con concursos amañados; mediatizando a la Asamblea Nacional a la que inundó con proyectos de ley y que sumisa esta aprobó y silenció la fiscalización; secuestrando a la Función Judicial para sus fines políticos, siendo hoy una entidad incompetente y llena de negligencia; anulando al Consejo de Participación Ciudadana, que ningún papel efectivo cumple para combatir la corrupción. Su concepción autoritaria del poder lo llevó a criminalizar la protesta de quienes no entendían su modo de cuidar el rebaño, “aceptando” por ello a regañadientes que un ente ajeno incluya en la Constitución el derecho a la resistencia. Prestigiosas organizaciones nacionales e internacionales de defensa de los derechos humanos criticaron la creciente utilización del derecho penal, enjuiciando y encarcelando. Agrupaciones de protección del medio ambiente y gremiales padecieron su acoso y aun su disolución. Se amenazó con cancelar la matrícula a los estudiantes que protestaran por el abandono del proyecto de no explotar el petróleo del Yasuní. Se revocó la visa de extranjeros que estaban en la otra orilla, permitiendo la actividad política de sus acólitos. Hubo inclusive respuestas fascistoides a reclamos, difamando, como se hizo con el compositor Jaime Guevara y la profesora Mary Zamora, contra quien se elaboró un video asqueroso, ofreciendo las autoridades efectuar una investigación sobre sus autores, de la que nunca se supo el resultado.

 

Lanza en ristre, acometió contra los medios de comunicación y periodistas, insolentes o críticos simplemente de sus políticas, criminalizando inicuamente la libertad de expresión, que bien pudieron sus excesos ser reprimidos por las leyes civiles; prefirió la muerte del Estado con el acallamiento, como enseñaba y advertía Luis de Bonald y era la máxima que exhibía EL UNIVERSO en sus ediciones. Llevó al borde del precipicio a este Diario y precipitó la caída del Hoy, que libró grandes batallas por la democracia en ese y regímenes precedentes. Impulsó una Ley de Comunicación que, si bien tiene disposiciones acertadas, otras son realmente atentatorias al derecho de decir y leer y escuchar lo que se piensa en la prensa, como lo observó el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Así pues, ni la mezquindad, la rabia y el odio, ni la ceguera de sus graves yerros deben inspirar el juicio a la gestión del presidente que concluye su mandato. Toca al nuevo director de orquesta, sin ceños fruncidos, poner una música que armonice, que ratifique la buena partitura y suprima las disonancias. Toca a los integrantes de la orquesta hacer sonar sus instrumentos de tal modo que el público disfrute del espectáculo. Toca al público aplaudir las virtudes de la orquesta, abuchearla cuando desentona y aun irrumpir en el escenario cuando la función se esté arruinando. Y toca a las orquestas no escogidas por el público, no boicotear a la ejecutante, sugerir, sin imponer.

(O)