Esos son los días que faltan para que Rafael (sí, ya a estas alturas Rafael a secas) deje la pantomima de ser presidente de todos los ecuatorianos. Digo esto porque soy una de esas ecuatorianas que nunca se sintieron representadas por él. No se trata de ofender a nadie, pero con esta columna despido a Rafael y no deseo quedarme con nada guardado. Más de una vez se tomó mi nombre y el de muchos otros compatriotas para decir cosas terribles, vergonzosas e inaceptables. No más.

Me costó mucho llamarlo presidente y cuando lo hice fue a regañadientes. El cargo le quedó demasiado grande. Nunca fue un líder, peor un hombre dispuesto a conocer las necesidades y urgencias de los ciudadanos. No le interesó jamás tener una cercanía con sus mandantes, ni respetar sus diferencias de opinión con las de él, mucho menos ser tolerante con sus críticas. Por eso a veces me refería a él, sarcásticamente, como “tesorito”, por aquella vez que dijo en una sabatina que su “credibilidad” era el mayor tesoro que tenía esta revolución. Y aquí mejor me digo: “¡Cállate boca!”.

Falta poco para que ‘dé saliendo’ Rafael y ‘dé entrando’ el licenciado (ya sé que le puedo decir Lenín, pero es más divertido decirle licenciado, ¿o no?), y con esta obsesión de Rafael de no querer dejar el poder –y por un momento pensé que ni la banda presidencial– me pregunto: ¿cómo será el cambio de mando? Hasta preocupada estoy de que ese día vayan a permitir que el licenciado se posesione. ¿Lo dejarán hablar? Es que no veo a un Rafael tranquilamente sentado, solo entregando la nueva banda y viendo cómo juramentan al nuevo licencia… perdón, al nuevo presidente. Seguro, debe tener preparada su última sabatina estelar. Es que ya luego de que ‘corrupción no es corrupción y coima no es coima’ puede pasar ¡lo que sea!

El día del cambio de mando tendría que ser uno ceremonioso y significativo en la vida del país. Debería reflejar la verdadera voluntad de los ciudadanos, pero la sombra de un fraude que se ha venido fraguando hace y durante 10 años con la constante campaña propagandística del Estado, más un Consejo Nacional Electoral (CNE) nada transparente ni democrático, tiñe de negro la posesión presidencial. Lo único rescatable, en mi humilde opinión, es la fecha: 24 de mayo, Batalla de Pichincha, la liberación del yugo español. Aquel 24 de Mayo de 1822, los héroes ofrecieron sus vidas por nuestra libertad y se marcó el comienzo de la vida republicana del Ecuador. Esa fecha cívica es la que nos debe inspirar a seguir contando los días, a seguir adelante con fuerza, fe y valor. ¡No podemos bajar los hombros!

“Brilla el sol en el Pichincha, donde Sucre y Calderón vencieron con mucha pericia al blanco y fiero español… Fueron años de tanta barbarie que solo quedaba lustrar el cañón… El triunfo y la gloria no se hicieron esperar, cayendo vencidas las huestes extrañas… Miremos la frente, gallarda y galena del bravo mestizo que derrotó a España. Por eso, y ahora, brindo en esta fecha, y alcemos la mano por la libertad”. -Violeta Abad de Gallegos. (O)