No es un león, tampoco es Sansón, ha dicho una y otra vez que no es calvo ni usa peluquín: aquel matojo rubio no es tupé. Lo preocupante, quizás, ha de ser la personalidad avasalladora de un hombre machista, narcisista, desafiante. Se volvió notorio en la forma furiosa con la que manejó su campaña electoral, dejando entender que ninguna mujer podía rechazar sus avances amorosos, que sus decisiones eran inapelables, su criterio infalible.
Comparé la firma de Barack Obama, horizontal, de curvas fluidas, espacios abiertos, deslizada con calma; la de Donald Trump, vertical, aguda, dura, angulosa, lanzada de un solo tirón. Observé con atención el comportamiento de ambos mandatarios en el momento de la toma de posesión. Trump salió del auto sin tomar en cuenta a su esposa, Melania, quien se bajó del vehículo por la puerta opuesta, alcanzó a su cónyuge luego de dar la vuelta detrás del auto. Aquello, en cualquier parte, es falta de caballerosidad. Melania entregó a Michelle Obama un regalo que se volvió embarazoso tal artefacto explosivo; Barack se hizo dueño de la situación, tomó el obsequio, desapareció un rato para entregarlo a un asistente. Me pareció gracioso el momento en que tomó la mano de su esposa y la besó. El impactante contraste se pudo apreciar entre un hombre negro carismático, afectuoso, emotivo, y un caballero rubio, pragmático, casi glacial. Recordé a un negociante parecido manejando cifras mientras lo visitaba El Principito. De pronto pensé que el nuevo presidente, ahora dueño del teléfono rojo, de las ojivas nucleares, tenía un Boeing personal más lujoso que el Air Force One, mas el avión presidencial con sus 85 teléfonos, sus 19 televisores, puede funcionar como centro de mando militar en caso de un incidente, como un ataque nuclear. Las modificaciones operacionales incluyen la posibilidad de reabastecimiento en vuelo, medidas contra misiles antiaéreos. Me causa preocupación que confíen a un hombre algo neurótico, definitivamente impulsivo, tan inquietante juguete.
Su alergia a Mahoma y su profeta, sus reproches a François Hollande y Angela Merkel por no saber controlar a los terroristas me intranquiliza. Existe otro hombre imprevisible llamado Kim Jong-un, aficionado igualmente a los juegos nucleares. Ni quiero pensar en una pelea de gallos entre ambos personajes.
Sigo convencido de que los seres humanos revelan su verdadero yo a través de mil detalles. Me desasosiega la posición de Trump frente a la ecología, sus declaraciones acerca de las instalaciones eólicas: “No solo tienen un aspecto asqueroso, son malas para la salud de la gente”. El nuevo líder ha dicho que piensa desarticular los acuerdos de la Cumbre de París “porque el calentamiento global es un cuento chino”. (¡Cuidado con China!). Mientras tanto, se siguen deshielando los glaciares. Entre sus más escogidas frases: “Podría disparar a la gente en la Quinta Avenida, no perdería votos”. “Este es un país donde hablamos inglés y no español”. No recuerda que el uso del inglés en Estados Unidos se heredó de la colonización británica en el siglo XVII. Anteriormente gran parte de Norteamérica fue conquistada por España. (O)