Soy guayaquileño, vivo en Madrid desde hace dos años, vine a hacer una maestría en el 2014 y desde entonces trabajo para una multinacional de consultoría.
Cuando me fui del Ecuador, lo hice con la ilusión de mejorar profesionalmente y volver en búsqueda de mi éxito profesional; pero volver es a veces más difícil que irse, no porque no lo deseemos y hablo en plural porque mi esposa española está enamorada de mi país, su gastronomía y su gente.
El retorno es más difícil porque económicamente es más caro vivir en Ecuador que en cualquier ciudad europea. Está mi país dolarizado, pero los sueldos siguen siendo como en “sucres”, la mayoría ingresa a trabajar con $ 375 de salario básico unificado y el precio de la canasta básica asciende a $628,27, mientras autoridades dicen que el ingreso familiar promedio supera al costo de la canasta. Hablan de una tasa de desempleo del 7%, pero cuando se trata de estadística no solo se debe remarcar sobre quiénes no trabajan, sino también en qué condiciones lo hacen los que sí trabajan. En Ecuador el empleo informal ascendió al 33% en marzo del 2016, quiere decir que 3 de 10 habitantes son vendedores ambulantes o deben recurrir a un sinnúmero de maniobras para llegar a sobrevivir hasta fin de mes. Todo esto mientras exponen a toda voz y cada sábado “la excelente gestión realizada durante la última década”. La corrupción, desde otros países la denuncian, como el caso de Odebrecht.
Me preparé para ser grande, pero estoy siendo profeta en tierras lejanas. Mi país sigue adelante porque las amas de casa empezaron a vender alimentos desde las ventanas de sus casas, porque para el ecuatoriano la palabra viaje es sinónimo de cachuelo, es fácil identificarnos haciendo compras en el extranjero para luego revenderlas y hacer algo de dinero extra. Estamos acostumbrados a sobrevivir bajo toda circunstancia. Pero, ánimo, aspiro a que el 2017 sea un nuevo comienzo para el país, manteniéndonos unidos, trabajando honestamente donde nos encontremos, dando ejemplo como ecuatorianos capacitados que no olvidamos a nuestra patria. (O)
Luis Alberto Ochoa Fierro, Madrid, España