El pudor es la virtud que nos ayuda a preservar nuestra intimidad, conservándola a cubierta, de extraños. En la carencia de pudor la persona no tiene posesión de su intimidad, lo que le impide entregarla a la persona adecuada.

En esa situación el hombre tiene una existencia banal, en que el aparentar prevalece sobre el ser. Antes, la sociedad percibía que en las nuevas costumbres había un límite. Ahora no hay límite, la moda impone el impudor, casi nadie se avergüenza de llevar una extensa parte del cuerpo descubierta. Se ignora que la desnudez no es natural, solo los animales prescinden de vestido, hasta los hombres primitivos se han cubierto. El pudor es un sentimiento de recato, especialmente en la esfera sexual. Ahora en el mundo hay una supuesta educación sexual que explica al niño que en tema de sexo no hay de qué avergonzarse, no ruborizarse ante escenas más propias de un burdel, que de un dibujo animado. En personas sin pudor no es posible el amor romántico y de entrega, solo cabe “tener o hacer el sexo”. Se presenta esto a los adolescentes como “necesario” rito de paso a la “madurez” con condón y píldora”. Es claro que los inspiradores de esto también han conseguido no tener vergüenza. (O)

Jesús Martínez M., Girona, España