Nuestra invitada
Natalia Tamayo Cruz

La tesis de María Alexandra Dávila, estudiante de periodismo de la Universidad Católica, confirmó algo que es una realidad evidente. La historia tiene poco espacio en los medios de comunicación. De nueve hechos históricos que se conmemoraron en el primer semestre de este año, apenas tres fueron abordados por la prensa escrita de esta ciudad.

La periodista investigó el tratamiento dado a las siguientes fechas cívicas: Protocolo de Río de Janeiro, Batalla de Tarqui, Fundación de Cuenca, Independencia de Riobamba, Día del Trabajador, Nacimiento de la República del Ecuador, Batalla del Pichincha, Día de la Mujer y Revolución Liberal.

Las conclusiones fueron que todos los periódicos concedieron espacio al Día de la Mujer –mirando el papel de la mujer en la actualidad– y que apenas dos eventos históricos fueron mencionados en los periódicos locales.

La respuesta a este comportamiento puede ser que los lectores no demandan información sobre esos temas. Otra razón, que existe poco espacio en prensa escrita y lo ocupan temas de importancia coyuntural que urgen ser publicados.

La ausencia de ese tipo de información debería preocuparnos y cuestionarnos. ¿Qué hacemos para cambiar esta realidad?

Desde los medios, la deficiencia ha sido solventada, en parte, con la publicación de suplementos, cartillas y en los nuevos espacios de interculturalidad. Algunas emisoras transmiten programas dignos de ser reproducidos en escuelas por los aportes que hacen al conocimiento de nuestro pasado. Pero como se demuestra en esa tesis, aún es insuficiente.

Desde la Academia el problema siempre ha sido lejano. En Guayaquil, estudiar Historia no es posible. La carrera que existe es para formar docentes en Historia y Geografía y solo se encuentra en la Universidad Pública. En las universidades privadas no se plantean la formación de este tipo de profesionales, quizás porque el mercado simplemente no los demanda.

Las iniciativas públicas también son mínimas. En algunos casos, el agravante es que reducen la historia al relato de anécdotas o al desfile de modas que busca sintetizar un hecho solo en la vestimenta. O lo que es peor, a posicionar al mito por sobre los procesos ocurridos.

Desde el ámbito privado muchos profesionales, más por afición que por formación, se han convertido en los historiadores y cronistas de la ciudad asumiendo un papel importante en el rescate de nuestra identidad y de nuestro pasado.

Pero la tarea que tenemos como comunidad es grande. ¿Qué hacen los medios para brindar atención a lectores ávidos de temas históricos? ¿Qué hacen las instituciones para difundir y fomentar el estudio de la historia? Y nosotros, ¿educamos a nuestros hijos con respeto hacia el pasado? ¿Apoyamos al desarrollo de bibliotecas, hemerotecas y archivos?

No son solo los medios. Todos tenemos responsabilidad, porque solo el conocimiento verdadero de la historia hará que miremos de frente el futuro. (O)