Después de varios acontecimientos en los últimos días me interrogué si era idóneo participar en una candidatura y competir para un cargo de elección popular.
¿Qué cualidades tenía? ¿Cuáles eran mis ideas al respecto? ¿Qué haría al momento de ser investido de la dignidad lograda mediante votación popular? ¿Sería lo ecuánime suficiente para no sucumbir ante los recurrentes cambios de ánimo a los cuales el ser humano está sujeto, de forma variable según el sujeto? ¿Tendría la independencia para responder únicamente ante los votantes y las ideas que enarbolo en una contienda electoral?
¿Cuál será el papel de mis adláteres y opositores a mi desempeño? Podré ser el ideal del servidor público o me terminaré convirtiendo en un empresario político más o en alguien que solo use el cargo en provecho propio?
Cada día nos probamos a nosotros mismos para diferentes emprendimientos y el emprendimiento político no debería ser ajeno a nadie.
Las respuestas a las preguntas que formulo, cada uno las tiene para sí mismo; no obstante, sería bueno que terminemos de abstenernos a participar en la política si es que nuestro fin es eternizarnos en el poder o armar una empresa política rentable, en la cual nos lucremos desmedidamente sin miramiento alguno de que seguimos viviendo en un país pobre, desigual y con demasiadas trabas para la libre empresa y los creativos. (O)
Roberto Castro Vizueta, abogado, Guayaquil