La “asociación libre” es el método que encontró Sigmund Freud para llegar a una cura en el psicoanálisis, consiste en hablar libremente sin discriminación, lo que al analizante (paciente) se le viniera a la cabeza en ese momento, sin embargo, al lado del diván se encuentra alguien que interpela y con una escucha conduce al sujeto a situarse en entredicho.

El psicoanalista está preparado para escuchar lo más desventurado y obsceno del paciente, que es lo que se insiste en psicoanálisis para que pueda haber cierta responsabilidad con los actos. Los días sábados, los ecuatorianos somos escuchadores de lo que al presidente muchas veces se le ocurre en ese instante decir: chistes, recuerdos, anécdotas, equívocos, situaciones personales, enojos, desatinos. Quiero aclarar que esto no es ninguna clase de juzgamiento, sino que los que hacemos psicoanálisis sabemos que es un efecto que eventualmente se va a dar, pues alguien tiene el poder de hablar a una nación por todo medio sin interrupción, siendo su única guía, lo que puede acarrear afectaciones perjudiciales para sí y para quien escucha; y, por supuesto, una consecuencia político-mediática. El acto de la docencia es distinto, ahí al menos los estudiantes replican.

¿Qué sucedería si una persona da rienda suelta a sus palabras sin un interlocutor que interpele o ponga en entredicho? ¿Qué pasaría si una nación no está lista para escucharse y peor para escuchar las asociaciones libres de cualquier persona, más aún de un presidente (simbólicamente hablando) con todos los medios para hacerse oír? Respondo la primera pregunta, el desatino ocurre inexorablemente; respondo la segunda, probablemente la desaprobación y el hastío se den, y quizás el delirio.

La iniciativa de información, está bien por ley, y hay que tener en cuenta que antes no existía el evento; sin embargo, para ahorrar recursos de todo tipo, lo mejor es ser claros, objetivos, sucintos cuando nos dirigimos a una nación. La asociación libre, que quede para los espacios propicios y con un oyente preparado.(O)

Carlos Silva Koppel, psicólogo-psicoanalista, Guayaquil