Bendita eres/ Ciudad bañada por tus aguas,/ Dulce por tu brazo izquierdo,/ Salado y hondo el diestro.

El dulce te trae los sabores,/ De riberas ricas en manjares,/ Y el salobre, las riquezas/ Llegadas allende el mar.

Tus mujeres hermosas y fecundas,/ De amores y ensueños deliciosos,/ Tus hombres, laboriosos y sinceros/ Amándote día a día, sin parar.

Circulan por tu ambiente, aureolas/ De Paz, Progreso y Bienestar,/ Que solo tus hijos predilectos,/ Te pueden –bregando– deparar.

Sigue así, ciudad idolatrada,/ Quiero verte de aquí a poco tiempo,/ Ser la urbe primera de este mundo,/ Y la envidia muy sana de otras,/ Que por lema llevan.../ El progreso impertérrito a sus hijos. (O)

Gustavo Samaniego Vizniay,
Guayaquil