¿Hay alguna relación entre democracia y desarrollo económico? De plano digo que no creo que exista, aunque el tema ha vuelto a los escenarios de debates ideológicos o de pensamiento con ocasión de la crisis que golpea a muchos estados con niveles diferentes de progreso, sea de orden económico o político o de otras áreas derivadas como podría ser el grave tema de los refugiados que involucra a buena parte de Europa, del norte de África y del Asia más cercana, y también el problema de los inmigrantes que incluye a nuestra América.

Luego de la segunda posguerra surgió una doctrina, tal vez por los descalabros políticos y democráticos que sufrió una buena parte de la humanidad, que parecía sostener que para transformar un régimen autocrático en uno democrático era casi suficiente alcanzar el bienestar como si la democracia dependiera de los ingresos personales de la gente. Podría ser que si el grueso de la población tiene dinero en sus bolsillos esté más adormecida porque se le hace más fácil costearse ciertos niveles de vida mejores que los que tenía antes, y en consecuencia se muestra menos interesada en asuntos cívicos o democráticos, pero no hay necesariamente una vinculación entre más ingresos igual más democracia.

Sería estupendo que a todas las dictaduras e incluso a los regímenes autoritarios o semidictatoriales les fuera siempre mal en su economía para que no tuvieran ningún respaldo popular, pero vemos que no hay una regla en estas áreas, como lo demostraron los casos de Chile bajo Pinochet u otras autocracias asiáticas como China, Singapur, Taiwán o Corea del Sur, en su momento, aunque después continuaron una exitosa transformación dentro de regímenes democráticos. Al reverso de la medalla, dictaduras como las de Cuba han tenido y tienen a su pueblo sumido en la mayor pobreza, lo que confirma lo dicho, el bienestar económico y más ampliamente el bienestar o el malestar de la sociedad no implica necesariamente que se viva en democracia o fuera de ella.

En el caso ecuatoriano, los altos ingresos petroleros percibidos por el Estado durante los últimos años no derivaron en una mayor democracia, sino por el contrario en una restricción de algunas libertades que motivaron el continuo rechazo de un grupo social importante en su número y la censura de organismos internacionales.

Ni el desarrollo ni el mercado hacen una sólida democracia, pero en cambio sí es evidente que los países que gozan de una democracia saludable donde la división de poderes funciona, donde el Estado de derecho es una realidad, donde opera un sistema que respeta al ciudadano de cualquier condición o ideología y cuyos gobiernos tienen valores cívicos que mostrar y no fingidas o ilusorias garantías maquilladas por la propaganda permanente, la vida diaria de sus habitantes marcha mejor.

Si hoy en el mundo hay menos dictaduras y más democracias que antaño y en general más libertades que aquellas de que gozaron nuestros antepasados, no se debe a los mayores presupuestos estatales e individuales, sino al superior desarrollo integral del hombre que envuelve educación, cultura y conocimiento. O como dice Vargas Llosa en La civilización del espectáculo, la democracia no está hecha solamente de instituciones y leyes que garanticen la equidad, la igualdad ante la ley, justicia independiente y eficaz, libertad de prensa, pluralismo político, respeto a los derechos humanos, sino también, y sobre todo, de la voluntad ciudadana de hacerla funcionar. (O)