Hace mucho tiempo no había usado la palabra acuciante, seguramente porque he estado utilizando sinónimos, como apremiante y, más todavía, urgente, en el lenguaje coloquial y profesional.
Mas, ahora poco, al sentirme aquejado de una particular incertidumbre, me di cuenta de que mi situación era de inquietud y desazón, y como debía buscar con diligencia una solución, no había duda de que se trataba de algo acuciante.
Hoy he pensado que tal vez usted y también otras personas, en su fuero interno, ante situaciones personales, familiares, cívicas, económicas o políticas, también pueden estar pasando por estados de ánimo iguales o similares, ya sabe: cuando la solución de los temas o problemas que hay que enfrentar y resolver positivamente no depende exclusivamente de uno mismo, sino también de voluntades ajenas, a veces asequibles y en otras ocasiones rígidas, poco flexibles o prejuiciadas, tal vez porque necesitan someterse a normas o procedimientos que deben respetarse y toman tiempo, requieren consensos de varias voluntades, no afines o de intereses contrapuestos.
Lo cierto es que los trámites se multiplican, los informes o aprobaciones que se esperan no llegan, el tiempo pasa, no hay quién ayude a impulsar los trámites, las oportunidades se esfuman, el éxito perseguido no se alcanza y los beneficios siguen siendo una quimera, perjudicando a pocos o a muchos.
Me parece que vivencias similares a las descritas no solamente ocurren a nivel personal, sino también grupal y, sin duda, en política nacional e internacional.
Por eso le pregunto: ¿padecen una incertidumbre acuciante quienes están pendientes de la aprobación del tratado comercial que estamos por firmar con la Unión Europea, sea por sus responsabilidades como funcionarios públicos o por la conveniencia de sus actividades mercantiles, sobre todo como exportadores de productos nacionales?
¿Les ocurre otro tanto a los políticos que deben decidir sobre los precandidatos y candidatos que deberán terciar en las elecciones generales que realizaremos en Ecuador el año 2017?
Pero también debo advertir que hay quienes tienen otro temperamento y carácter, diferentes a los míos, y seguramente para ellos convivir con mayor estrés los estimula, pone a prueba y se sienten impulsados a trabajar, a su manera, con optimismo y tesón, solos o en equipo, hasta obtener los resultados que necesitan y persiguen.
En todo caso, ¿cuánto afecta a nuestra salud la persistencia en estas situaciones? ¿Se podrán hacer mediciones? Que se producen consecuencias físicas y psíquicas me parece indudable. Habría que tener una personalidad extraordinaria para no sufrir, en el propio ser, las consecuencias de una etapa crítica de inseguridad.
¿Existen antídotos o remedios contra tales situaciones? ¿Los conoce usted? ¿Los ha utilizado con éxito?
¿Cuáles son los pilares sobre los que se puede construir un sólido escudo que evite la existencia de incertidumbres acuciantes o cuáles los medios para solucionarlas cuando se presentan?
¿Pueden ayudar la espiritualidad, el carácter, la cooperación, la buena voluntad y la solidaridad de los demás? Entonces ¿dependemos de ellos?
¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)