La oposición política ecuatoriana tiene mucho ego. Preciso: los actores políticos ecuatorianos en general están derrotados por el ego.
Y al menos a la oposición eso, tan solo eso, los reúne –mas no los une– en una especie de espejismo tan diverso como la fanesca.
Febrero 2015: en Cuenca se convocan los más rancios representantes de la ya superada vieja guardia política ecuatoriana, intentando mostrarse como “la alternativa” en un anticipado inicio de una campaña electoral con demasiados egos sentados en primera fila como para advertir un grupo consolidado y que piense –aunque les cueste– en la patria, en el beneficio común, en un proyecto sistematizado. La cita fue a propósito de la “rendición de cuentos” de la Prefectura, un pretexto perfecto no para hablar de las obras pendientes, sino de proyecciones políticas con dineros públicos, con cargo al beneficio político-personal de los involucrados.
“Hoy emprendemos el camino a la unidad y esa unidad va a desarrollarse en el marco de la diversidad ideológica, de la diversidad regional, porque quienes estamos aquí presentes representamos a ciudades, provincias de todas las regiones de la patria”, dijo uno de los asistentes, Mauricio Rodas, y también poco después uno de los primeros desertores de tan noble búsqueda. Y rescato esta cita porque fue exactamente todo lo contrario a lo que se hizo en el corto camino de la Unidad.
Para regresarles a la realidad de aquella “diversidad ideológica, diversidad regional”, hace poco uno de los caudillos de la Unidad impuso al resto su candidata a la Presidencia. Candidatura que, dicho sea de paso, ha recibido un unitario NO desde varios sectores de la misma Unidad, y también ha provocado el resquebrajamiento y posterior diáspora hacia el sillón de Carondelet de algunos de sus integrantes que tomaron su cuota de votos y se los llevaron a la individualidad.
Mientras, la variopinta gama de precandidatos que busca la Presidencia despierta desesperanza, angustia, deprime al mismo tiempo que aviva sospechas sobre sus verdaderas intenciones: saben que más allá de sus límites provinciales son unos ilustres desconocidos, y si no, provocan una enconada antipatía política.
Al menos en tierras morlacas la resquebrajadura de los movimientos de alcalde y prefecto es un terreno fértil para que el partido de Gobierno recupere el que dejó de ser uno de sus bastiones tras las últimas elecciones seccionales, cuando el candidato de Gobierno perdió la Alcaldía pese a que había iniciado una de las obras más importantes en tema de movilidad en un GAD del territorio nacional: el proyecto Tranvía.
Las fichas que en Cuenca se mueven tienen un claro norte en captar puestos en la Asamblea Nacional, y por ello lo de un eventual rescate de la Unidad –obligación moral de sus proponentes– es tan utópico como que Cynthia Viteri reciba una santificación presidencial similar a la que ella le impuso a Alfredo Palacio en el auditorio de Ciespal.
Ya lo advertían sesudos analistas que miraban perplejos el nacimiento de un grupo amorfo al que llamaron “la fanesca”: es la unidad… para la foto. Y asimismo, se han ido quedando en el ego y en el limbo.
Fregados. (O)









