También es el más corrupto, y el más popular. Lo de popular es por mérito propio, lo de corrupto es producto de su popularidad, y lo de primitivo es producto de su corrupción. No hay explicación lógica alguna que justifique que el fútbol no use aún la tecnología del video para la revisión de decisiones críticas durante un partido. Esto solo se puede entender como una inacción para defender el espacio que ha existido siempre para manipular partidos. No todo error arbitral es corrupción, pero siempre es una injusticia. No combatir el error es tácitamente dejarle el espacio a la trampa.

Es inaudito que en este siglo aún permitamos que una mala decisión arbitral marque el destino de un partido. El mundo entero vio el gol en fuera de lugar de Sergio Ramos en la final de la Liga de Campeones de Europa, y lo acepta como algo normal, con la simpleza de justificarlo como un error humano. Un equipo como el Atlético de Madrid, que se esforzó todo el año para llegar a esa final, horas de entrenamiento, semanas de ilusiones acumuladas, litros de sudor entregados al campo, para que en un segundo, un juez de línea pestañee y no detecte o no quiera detectar un fuera de lugar que influyó directamente en el resultado final, simplemente no es justo. El fútbol no lo merece, tampoco lo merece cualquier equipo que sirva de ejemplo para este caso, y menos aún lo merecemos los espectadores que queremos campeones libres de manchas.

Los seguidores de este deporte somos su dueño, sin nosotros se acabaría su popularidad y todos sus derivados. La reciente Copa América Centenario nos dio muestras frescas de más errores. El gol de Miller que pudo haberlo clasificado primero a Ecuador, la mano peruana que deja fuera a Brasil, el penal para Chile que alivianó su clasificación, todos estos sucesos podían haber cambiado los destinos del torneo. Los resultados y los momentos traen consecuencias que van más allá de lo técnico; hay emociones, vaivenes de confianza, urgencias por resultados. Si esos errores no se hubieran dado seguramente todas esas sensaciones hubieran aparecido a favor y en contra de algunos equipos. El destino lo debe marcar el destino, no los errores de los árbitros.

En décadas pasadas estos errores pasaban desapercibidos, hoy los torneos internacionales están llenos de cámaras, no se puede esconder lo obvio. Continuar igual es como defender una infidelidad cuando hay un video tuyo acostado desnudo con otra, y en cámara lenta. La tecnología es una gran herramienta para combatir la corrupción en todos los ámbitos. Décadas atrás habrían tenido que robarse los archivos de los Panama Papers en camiones, hoy con un dedo envías miles de folios en segundos.

El fútbol tiene también que abrir sus puertas a la tecnología, y tiene que hacerlo urgente si quiere mantener su reinado. Los viejos fanáticos quizá no dejaremos nunca de verlo, pero las nuevas generaciones no querrán seguir un deporte con tantas frustraciones inducidas, ellos no se comen ese cuento de que ese es el encanto del fútbol. La gente ya no quiere más campeones en paraísos arbitrales. (O)

No hay explicación lógica alguna que justifique que el fútbol no use aún la tecnología del video para la revisión de decisiones críticas durante un partido. Esto solo se puede entender como una inacción para defender el espacio que ha existido siempre para manipular partidos.