Una de las primeras líneas que me explicaron y aprendí, al empezar a estudiar el Catecismo de la Iglesia católica, en mi colegio San José-La Salle, en 1944, rezaba que hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y así gozar de él en la eternidad.

Después me enseñaron que eso no sucede o rara vez sucede, si no es a través de la vida de relación con los seres humanos, porque ¿cómo puede amarse a Dios, a quien no se ve, si no somos capaces de amar a las personas a quienes sí se ve?

Y eso a pesar de que algunas no nos parezcan reflejos de Dios y tal vez por eso nos explican que, no obstante, hay que amar a todos… incluidos los enemigos… ¡Duro plan!

Pero lo escrito es solamente una introducción para utilizar el trinomio: conocimiento-amor-servicio. Regresando al texto catequístico, podemos observar un orden lógico: para servir hay que amar y para amar hay que conocer.

Tres verbos: tres acciones, que pueden conformar una estructurada línea de conducta y ser direccionadas hacia otras metas.

Además de Dios, por ejemplo, la patria y la familia, como objetivos trascendentes, integrantes del lema de mi referido colegio que, gracias al hermano Ignacio Neira, fsc, quedaron consignados en la primera estrofa de su himno.

Ahora bien, si como meta escogemos el bienestar, la grandeza de la patria, hemos de empezar por conocerla, no parcialmente: integralmente.

Eso significa que no solamente se trata de saber cuál es su territorio continental, insular y marino, identificar sus provincias, cantones y parroquias, comunas, anejos y barrios, sino también cuáles son sus riquezas y potencialidades espirituales, religiosas, culturales, sociales, deportivas, agrícolas, industriales y comerciales y, sobre todo, su idiosincrasia, necesidades, aspiraciones y metas de sus diversas comunidades de habitantes, en todos los rincones patrios. ¡Qué inventario de conocimientos!

Ese verdadero tesoro ha de inducirnos a la paralización o la acción.

Lo positivo sería pasar del estupor a un compromiso leal y sincero: estudiar, buscar y encontrar soluciones para superar los problemas y continuar lo bien iniciado para la superación del estándar de vida de todos los conciudadanos.

Me parece que no sería servicio la inacción y menos aún el aprovechamiento del conocimiento para medrar particular y hasta inmoral e ilícitamente de la información que se posee.

Quienes así proceden no pueden decir, ni en broma, que aman a su patria. Sería doble ofensa estafarla y burlarse de ella y de sus connacionales.

Lo ético es que el conocimiento integral de la patria nos lleve a amarla más y a trabajar por su desarrollo y prosperidad, sirviéndola en todo lo que se pueda, aun con sacrificio.

Y respecto de la familia, especialmente la ampliada: ¿realmente conocemos todos sus miembros, nos preocupamos de ellos, los amamos y nos hemos puesto a su servicio?

¿Cómo demostraremos conocer, amar y servir a Dios, a la Patria y a la familia? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)