Los lapsus se pagan y de eso puede dar fe la exsubsecretaria de Turismo, la cual se vio obligada a renunciar luego de la torpeza que dijo en una feria de turismo en Berlín, al referirse a lo ocurrido con el asesinato de las dos turistas argentinas en Montañita expresando que era inevitable que les suceda algo en virtud de que “de ahí se iban a ir jalando dedo hasta Argentina”. Grave confusión, seguramente alentada por la suspicacia de que lo que sucedió en Montañita fue de exclusiva responsabilidad de las chicas asesinadas, alusión que por supuesto motivó el repudio general. A fin de cuentas, quien expresaba aquello era una representante del Estado ecuatoriano en un foro internacional de turismo.
Hay que reconocer que la funcionaria tuvo al menos la decencia de presentar la renuncia irrevocable a su cargo, lo cual resulta comprensible luego de la grave metida de pata. Igual suerte debería seguir el embajador de Ecuador en Alemania, quien en la misma feria tuvo la desfachatez de señalar que toda la atención alrededor del crimen de las jóvenes argentinas se debía a la saña con que los medios de comunicación han tratado el tema, y agregar que “esto se exacerbó a raíz de una oposición que tenemos en Ecuador que está tratando de hacer todo lo posible para ocultar todo lo que se ha logrado en estos últimos nueve años y como estamos en un año electoral, entonces las redes sociales desgraciadamente se prestan muchísimo para este tipo de manipulaciones”. Tales sonsas declaraciones dan a entender que se ha dramatizado lo ocurrido en Montañita debido a la politiquería de la prensa y a una campaña orquestada por la oposición por otra parte.
¿Qué está insinuando el embajador en Alemania?, que se ha dramatizado mucho el crimen, que se ha tratado de escandalizar por puro gusto, que la bulla generada no tiene razón de ser y que el tratamiento de lo ocurrido debió haber tenido otro tono, otra moderación, otro estilo. Me pregunto si la visión tan particular del representante diplomático responde a una posición genuina –en todo caso habría que preocuparse incluso más– o más bien está cargada de un marcado prejuicio que busca descargar en causas ajenas cualquier sombra que se pudiese deslumbrar sobre la imagen de un gobierno, ni siquiera del país. Pero más allá de aquello, ¿creen ustedes que los agentes internacionales de turismo, a quienes en gran medida iban dirigidas tales declaraciones, van a aceptar de forma candorosa que el asesinato de las turistas argentinas es básicamente un detalle menor en la agenda turística del Ecuador?
Posiblemente lo sea, pero la falta de oficio proyecta lo contrario, cuando precisamente se necesita demostrar que el turismo en el Ecuador no es una aventura irresponsable, ni mucho menos peligrosa. El punto es que si el relato oficial va a seguir alimentándose de declaraciones tan ligeras, el daño va a terminar siendo relevante. Y ahí recordaremos que los lapsus se pagan, especialmente los lapsus brutus. (O)