Es propicio en este nuevo año reflexionar en las siguientes paradojas: se construyen más edificios muy altos, pero muchos humanos tienen temperamento muy corto. Tenemos carreteras y autopistas anchas y puntos de vista estrechos. Gastamos y compramos más, pero disfrutamos menos. Se hacen casas grandes para familias cortas, y a veces sin familias; viviendas más bonitas y sólidas, pero las familias están rotas. Existen habitaciones y departamentos confortables, y personas sin sueños.
Se adquieren muchos títulos, y menos sentido común; más conocimiento, pero menos criterio. Se multiplican las posesiones y producción de bienes, pero se reducen los precios y los valores humanos. Se llegó a la Luna y a Marte para conocer lo desconocido, pero no hemos cruzado la corta distancia de la calle para conocer a nuestros vecinos. Nos proponemos conquistar el espacio exterior sin conocer nuestro interior físico, mental y espiritual a cabalidad. Aumentamos la cantidad, queremos producir más bienes materiales, pero nos despreocupamos de la calidad. Desarrollamos y mostramos temperamentos fuertes, pero comportamientos débiles. Tenemos más alimentos, pero menos nutrición. Aumentan los matrimonios y también crecen los divorcios. Aparentamos disfrutar de libertad y caemos en libertinaje. Muy poco se practica el serio esfuerzo de sonreír, cuestionamos y criticamos con facilidad, pero difícilmente nos autoanalizamos. Fácil es pedir, pero muy difícil es dar y ayudar.
Cada día, hora y minuto es un espacio de tiempo de riqueza invalorable que debe ser aprovechado e invertido positivamente para el beneficio y la satisfacción propia y de quienes nos rodean. Debemos sentir y tener la satisfacción de que más gozo hay en dar que en recibir. Demos lo mejor, por lo menos el saludo a diario.(O)
Fernando Coello Navarro, abogado, magíster en Docencia; Guayaquil