Tenía previsto escribir sobre lo que consideraba la noticia política más importante del pasado año, pero preferí unirme a último momento a la alegría que significó la devolución de Don Cheto, suceso que nos mantuvo en vilo, no solo por el robo del cual fue objeto, sino principalmente por el temor generalizado de que pudiese ser confundido con un monigote y por ende ser incinerado en las últimas horas del 2015, lo cual realmente hubiese sido funesto. En todo caso, por suerte eso no ocurrió y Don Cheto fue devuelto sano y salvo, sin ningún tipo de rasguños o abolladuras, llenando de satisfacción a todos quienes recordamos a Don Cheto y, por supuesto, al mago Suliman.

Lo que sí me da la impresión es que los niños y jóvenes de la actualidad no conocen mucho de la existencia de Don Cheto, lo cual es incorrecto, y tampoco tienen una idea clara de las habilidades de los ventrílocuos, incluso, me parece que dentro de esa falta de conocimientos, hay la percepción de que existe algo medio siniestro en lo relacionado con estos muñecos que de repente hablan, seguramente por la influencia de películas de terror; aún más, poco después del robo de Don Cheto, empezaron a circular rumores de una maldición que le caería a quien tomó a Don Cheto, pero me puse a pensar que todo eso formaba parte de la superstición e ignorancia que existe sobre el tema, así de sencillo. Otros incluso atribuyen poderes especiales a los muñecos, como que a la medianoche se despiertan, cobran vida y empiezan a conversar por sí solos, cosa que no creo, ni tampoco puedo desmentir. En todo caso, lo que sí me consta es el poder que tiene Don Cheto para hacer reír y divertir de forma sana y descomplicada, virtudes difíciles de conseguir en estos tiempos, en los cuales la sorna y la burla parecen ser las únicas vías del humor.

Hay que reconocer que la ventriloquia es un verdadero arte, consistente en cambiar la voz con el fin de imitar otras voces y sonidos, pero con la técnica necesaria para lograr que la emisión de la voz sea tan discreta que apenas se muevan los labios de forma casi imperceptible. La actuación del muñeco se da generalmente mediante una especie de diálogo, en el cual el muñeco parecería tener su propia voz y voluntad, como si pensase de forma independiente, cuando en la realidad sabemos que no es así, o al menos eso es lo que creemos. Por otra parte, hay que señalar que si bien han existido famosos ventrílocuos, tales como Edgar Bergen con su Charlie McCarthy y otro cuyo nombre no recuerdo, que incluso podía hablar y beber al mismo tiempo, lo cual debe ser ciertamente muy difícil, me quedo de forma indiscutible con Don Cheto, toda vez que es nuestro y aparte me trae recuerdos, como a muchos, de una época marcada por la inocencia y candor.

No recuerdo la última vez que vi a Don Cheto en persona, pudiendo ser muchos años, posiblemente décadas de aquello, pero quizás su recuerdo se ha mantenido vigente gracias a la proliferación de varios don chetitos (así, con minúscula), refiriéndome a varios actores de nuestra política que a pesar de simular su propia voz y voluntad, lo que están haciendo realmente es un tibio intento, pues es notoria la voz e intervención del ventrílocuo mayor, el cual en ocasiones ni siquiera hace el amague de no mover los labios, tan confiado está de su técnica y poder. En fin, me quedo mil veces con Don Cheto, no admite siquiera comparación. (O)