Estamos en un nuevo año y, sin embargo, poco va a cambiar en el panorama del mundo, porque el nuevo orden mundial ya se está dando en las entretelas del teatro en que vivimos, que se hace más sediento de la aflicción, patente en países ricos como en pobres.

La familia se está viendo desestructurada, los divorcios aumentan, y cónyuges separados emprenden nuevas vidas marcadas por el dolor, cuando no por odio, a causa de que uniones que se rompen por orgullo, infidelidad y hasta por nada. Los hijos son las grandes víctimas de estas rupturas, y los marcan a muchos para toda la vida por la carencia de amor y dedicación de los padres, incluso mientras estos viven todavía unidos. Carencias que a veces llegan a abocar a hijos desprotegidos del amparo paterno, en adicciones al alcohol, pornografía, drogas, promiscuidad. El papel de los padres es fundamental, el control de lo que los hijos hacen, escuchan, ven y los lugares o amistades que frecuentan; deben ser supervisados para evitarles posibles males. Son pocos los hogares en los que se solicita ayuda desde lo alto, muy pocos los que regularmente rezan para tener desarrollo humano y espiritual, unión y convivencia pacíficas; cuántos han sido preservados de finales desastrosos gracias a la oración del Rosario, milagros de maridos que vuelven al hogar después de haberlo abandonado, hijos que salen del alcohol o las drogas o vuelven a la práctica religiosa; son habituales en las familias en que se reza. Un propósito para este año que comienza será la oración en común que debe tener un horario como la comida, pues si el cuerpo necesita alimentarse, el alma debe adquirir un alimento diario si quiere resistir los embates y tentaciones del enemigo.(O)

María Dolores Bravo, Barcelona, España