El papa Francisco no deja de sorprendernos, en buena hora, para hacernos reflexionar y señalarnos rumbos para nuestro perfeccionamiento personal y social.
En la homilía del 9 de octubre de 2015, durante una misa celebrada en la capilla de Santa Marta, en la ciudad del Vaticano, nos ha hecho una invitación sobre el discernimiento y la vigilancia.
Me pareció importante y por eso decidí compartirla con usted.
¿Para qué discernimiento y vigilancia? Para combatir tres tentaciones comunes en nuestro tiempo: interpretar mal al que hace el bien, calumniar por envidia y tender trampas para hacer caer.
¿Por qué luchar contra esas tendencias?
Porque semejantes decisiones y sus respectivas acciones que desencadenan no provienen de Dios, sino del demonio, afirma categóricamente.
¿Está en lo cierto? Piénselo bien.
Como elemento clave para esa invocada lucha, si nos decidimos a realizarla, invitó al ejercicio del discernimiento, para diferenciar si algo viene de Dios o no.
Para el efecto, hizo presente que hay que tener una conciencia bien formada, por lo que se debe cuidarla esmeradamente, saberla escuchar y actuar según ella nos sugiere.
Recordó que el mal se presenta de varias maneras, incluso puede hacerlo escondido entre los que consideramos buenos amigos; sabe cómo introducirse, jugar con nuestras debilidades, y termina dándonos instrucciones, que obnubilados irreflexivamente seguimos, aunque después tengamos que arrepentirnos.
Citó que una de las mejores armas de ese mal es el relativismo, que suele convertirse en un tranquilizador de conciencias.
Insistió en este último: Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de una verdadera victoria suya, pues se convierte en propietario de ella.
Añadió: ¡Cuidado con considerar que eso pasa a los demás y no a uno mismo!
Esto último lo dijo con tal convicción que realmente nos manda a sondear qué pasa en nuestro propio espíritu. ¿O no?
Su sugerencia para evitar tal error fue recomendar serenarse, autoanalizarse y verificar si estamos o no absorbidos por el relativismo.
¡Menuda tarea!
¿Cómo fortalecernos contra esa plaga, que puede estar rondándonos?
Recordó la fórmula: vigilancia y discernimiento.
Son esenciales el examen de conciencia diario y, especialmente, verificar el origen de los comentarios, las palabras, las enseñanzas que nos preocupan, pues así podremos detectar la verdadera intención y finalidad de ellos.
La tentación es creernos privilegiados… Los otros sí pueden ser tentados y seducidos por el relativismo, nosotros y, especialmente, yo, no.
La falta de reflexión y análisis puede llevarnos al error y ocasionar males que a veces nos hacen daño personalmente; pero, que en ciertas circunstancias, pueden afectar gravemente a otras personas, que de una u otra forma dependen de nosotros o deben asumir las consecuencias de nuestra actuación.
¿Le parece que estamos frente a una notable propuesta hacia el bien obrar, no solamente en plano personal sino también en el familiar, social, cívico y político?
¿Requerimos fuertes dosis de humildad, reflexión y buena voluntad para no considerarnos únicos exentos de relativismo moral? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)










