El que los acontecimientos se produzcan en Ecuador a una velocidad de vértigo, no es nada nuevo. Tenemos un afán irracional de hacerlo todo rápido, aunque muchas veces esto signifique hacerlo mal y ligeramente. Tenemos pavor a lo estructural, a lo institucional, nos movemos a golpes de efecto y eso hace que hoy podamos defender una posición específica y un poco de tiempo después, la propuesta exactamente contraria. Que nadie nos acuse de serios, parecería ser nuestro lema nacional. Es esa ligereza la que hace que posiciones políticas a veces resulten irreconocibles, pues nuestras izquierdas, cuando la coyuntura así lo amerita, pueden defender propuestas más reaccionarias que la propia derecha y viceversa.

Ya lo vimos en lo referente al matrimonio igualitario, tema en el cual más de un “libertario” ha entendido ya que no se puede proponer la libertad comercial o económica y a la vez prohibir a un par de personas acceder a una institución jurídica, en razón de su orientación sexual, sin embargo de lo cual, la izquierda gubernamental ha dicho que esta propuesta no pasará mientras se encuentre en el poder, en razón de chocar con sus concepciones católicas personales. Ni qué hablar del tema aborto, en que se tildó incluso de traidora a la actual secretaria nacional de Gestión de la Política, encargada, cuando como asambleísta propuso apenas debatir la eventual despenalización del aborto cometido por mujer violada.

Sin embargo de lo anterior, hay un tema que rebasa lo ideológico y ha caído en el plano puro de la irracionalidad. Me refiero al tema “narcotráfico”. La discusión se encuentra llena de falacias y lugares comunes repetidos hasta el cansancio, a ver si a fuerza de machacar esto en la cabeza de la gente, los pueden vender como verdades. Se sigue hablando de “un mundo libre de drogas”, como si eso hubiera existido alguna vez en la historia. Ni en Occidente, ni en Oriente próximo o lejano, ni entre nuestros pueblos ancestrales existió una sociedad en algún momento en la que se hubiera prescindido de sustancias que hoy consideramos como estupefacientes o psicotrópicas. Lo que sí es relativamente nuevo y debe enfrentarse es el fenómeno del narcotráfico, con todas sus consecuencias de violencia, muerte y daño. Todos queremos al narcotráfico fuera de nuestras calles, escuelas y familias, el punto es cómo lograr esto y no simplemente un discurso político que sirva para contentar a las masas y vender una falsa sensación de control y seguridad.

La legislación en materia de drogas data de 1916 en el Ecuador, en que se emitió una ley dirigida al control de la venta de opio. Ocho años más tarde (1924) se emite la ley sobre importación y uso del opio y sus derivados y de los preparados de la morfina y de la cocaína. Es, sin embargo, a partir de mediados del siglo pasado que se perfila una línea estatal de accionar en lo relacionado al control del tráfico de sustancias ilícitas. De hecho es en la ley sobre el tráfico de materias primas, drogas y preparados estupefacientes de 1958 en donde por primera vez se usa al “tráfico” como verbo rector de este tipo penal. En la misma línea de acción analizada y siempre bajo el membrete de “lucha contra la droga”, vemos que el tipo penal de narcotráfico se amplía y agrava en sus consecuencias penales, en cada nuevo cuerpo legal que se emite, como la Ley de Control y Tráfico de Estupefacientes de 1970, la Ley de Control y Fiscalización del Tráfico de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de 1974, la Ley de Control y Fiscalización del Tráfico de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de 1987 y la Ley de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas de 1990, mejor conocida como ley 108, codificada en 2004 y vigente hasta la aplicación del COIP en agosto de 2014. Esta legislación generó como consecuencias menoscabo de garantías procesales, aplicación de sentencias desproporcionadas, criminalización del consumo, etc.

Una luz se vio al final del túnel cuando este Gobierno emitió una tabla de dosis máximas de consumo en 2013, por cada sustancia prohibida, lo cual nos permitía diferenciar al consumidor del traficante, sin embargo de lo cual, la entrada en vigencia de una nueva tabla, la aprobación de una reforma al COIOP que permite imponer 5 años de pena a quien tenga 2 gramos de cocaína y la resolución impresentable de la CNJ, que obliga aplicar acumulación de penas cuando se encontrare a una persona con diferentes sustancias ilícitas, nos volvió a una lacerante realidad. Ahora un consumidor con 30 gramos de sustancias ilícitas diferentes puede tener la misma o mayor pena que un capo del narcotráfico que mueve toneladas de una sola sustancia. En materia de control de la droga, pasamos de la racionalización a la esquizofrenia.(O)

Se sigue hablando de “un mundo libre de drogas”, como si eso hubiera existido alguna vez en la historia. Ni en Occidente, ni en Oriente próximo o lejano, ni entre nuestros pueblos ancestrales existió una sociedad en algún momento en la que se hubiera prescindido de sustancias que hoy consideramos como estupefacientes o psicotrópicas. Lo que sí es relativamente nuevo y debe enfrentarse es el fenómeno del narcotráfico, con todas sus consecuencias de violencia, muerte y daño.