Se necesita más valor para sostener la mirada del rival, que para golpearlo. El verdadero valiente es capaz de enfrentar la incertidumbre, por eso es respetuoso, no teme lo que puedas hacer con tu libertad. Los cobardes pregonan siempre el aumento de la “seguridad”, de las cadenas, de las prohibiciones, quieren enjaular las causas de sus miedos. Son partidarios de la “mano dura”. La mente de un tirano debe ser el mismo infierno, un amasijo innoble de terrores, de peligros, de fantasmas, por los que se cree siempre amenazado. La libertad, como valor social, es pues hija de la valentía, que es la que permite la confianza en el otro. El progreso y el bienestar son los frutos de la libertad, de individuos lanzados a crear, a inventar, a edificar, sin ataduras físicas ni psicológicas. Los prejuicios dimanan siempre del miedo, del temor y de la desconfianza al diferente. El miedo es padre del atraso y la opresión.
La semana pasada el joven Ahmed Mohamed fabricó en su casa un reloj electrónico y lo llevó a su clase de ciencias. El inventor de garaje, el joven innovador artesanal, es una figura clave en el desarrollo tecnológico de Estados Unidos, desde Thomas Edison a Steve Wozniack comenzaron de esta manera. Pero Ahmed, de catorce años, tiene dos características que lo diferencian de esas figuras: es hijo de un inmigrante sudanés y, lo más grave, es islámico. El profesor le sugirió que no muestre su invento, pero en una clase posterior se activó la alarma del reloj, lo que motivó que la maestra dé parte al director de la escuela, porque por la inusual forma del artilugio y la etnicidad de su creador, cabía presumir que se trataba de una bomba. El director llamó a la policía, cuyos personeros esposaron al niño y lo trasladaron a una comisaría, donde le exigieron firmar una autoinculpación de haber fabricado una falsa bomba. Horas después, sin devolverle su invento, luego de tomarle las huellas dactilares, le permitieron volver a su casa, donde se enteró de que estaba suspendido por tres días en su escuela.
Luego, Barack Obama, Hillary Clinton, Mark Zuckerberg, funcionarios de la NASA y otras personalidades le escribieron instándole a seguir en su senda creativa. Pero más allá del hecho individual está la paranoia, el miedo extremo que suscitan en Occidente las personas provenientes de entornos culturales distintos. Digámoslo con precisión, esta es una manifestación más de la cobardía que se ha apoderado de nuestra civilización y que amenaza con socavar los elementos que determinaron su esplendor y su efecto benéfico sobre la humanidad. En este caso se ataca, y se seguirá atacando, ya lo verán, la iniciativa y la inventiva individual, dos componentes básicos del ethos occidental. Esta misma cobardía es la que está detrás de todos aquellos que están por la exclusión de los diferentes, de Marine Le Pen, de Donald Trump, de los partidos neonazis, cuya bravuconería nace justamente del pánico que los posee. (O)
Los prejuicios dimanan siempre del miedo, del temor y de la desconfianza al diferente. El miedo es padre del atraso y la opresión.