El concepto de patriotismo, tan sagrado para muchos y quizás no tan relevante para otros, ha sido utilizado a lo largo de la historia con fines diversos. Algunos gobernantes en crisis de popularidad han apelado a esto para fortalecer su posición; hasta en el campo deportivo sale a relucir con frecuencia, con el propósito de despertar en los ciudadanos la unión y el compromiso hacia un objetivo que se considere de vital importancia para un país.
Actualmente en Ecuador hemos recibido el llamado oficial que apela a “nuestra conciencia, del grave daño que ocasionamos al comprar productos en Colombia. Se complementa esta afirmación indicando que “el orgullo de ser ecuatorianos debe evidenciarse apoyando a la producción nacional y preferir lo nuestro”. Es difícil de comprender este pedido y hablarle de nacionalismo y otros conceptos relacionados, a un padre de familia afectado por la escalada de precios y la reducción de su capacidad adquisitiva, si se le abre la alternativa legítima de adquirir productos de mejor calidad y a precios competitivos en nuestro país vecino Colombia. ¿Dónde reside la insensibilidad de estos miles de ciudadanos que en número creciente están optando por esta posibilidad? Cuando hablemos de patriotismo y orgullo de ser ecuatorianos, aclaremos que la forma de determinar si una persona los lleva dentro de sí, no depende de sus hábitos de compra. El mercado tiene sus propias variables que nada tienen que ver con ningún sentimiento patriótico. Lucir con orgullo nuestra nacionalidad tiene que ver con ser buenos profesionales, honestos, cumplidores de los impuestos con los que nos toca contribuir, respetuosos de la opinión de los demás y siendo solidarios con los que menos tienen. Y para el caso de los funcionarios públicos que tienen la oportunidad de servir al país, demostrando que al culminar su función salen con el mismo o, por qué no, menos patrimonio con el que entraron. Así se hace patria. Así se construye una sociedad progresista, justa y moderna, cumpliendo con lo que nos corresponde, y no por el hecho de que compremos productos en la Bahía de Guayaquil o en Ipiales. (O)
Roberto Xavier Estrada Vallejo,
Ingeniero comercial, Guayaquil