En la Copa América, cada país de este desigual continente vamos a ir a compartir una fiesta e imaginamos por un momento que es tal como ir invitados a una cena, cada uno comenta sus alegrías y tristezas, sus aciertos y sus problemas.

Al principio, cada uno saca pecho, Argentina nombra a Messi como su hijo abanderado, Brasil no se queda atrás con Neymar..., y todos a comentar sin sangre en la cara: ¡qué vergüenza la corrupción en la FIFA, eso no se ve en mi país! Pero pronto la conversación se pone más honesta, salen los temas amargos: los paros en Santiago y Buenos Aires, la guerrilla en Colombia, que los impuestos en el Ecuador, que la escasez en Venezuela; de pronto los partidos de fútbol se prevén agradables, pero irrelevantes. (O)

Azael Teófilo Moreno C., abogado, Guayaquil