Apenas unas cuantas semanas después de su resonante llamado por sacar de la política el “dinero inexplicable”, Hillary Rodham Clinton está revirtiendo el rumbo y sumándose al pozo del “super PAC” en busca de donaciones ilimitadas de grandes donadores de cheques.

El choque entre palabras y acciones es defendido por sus partidarios por considerarlo inevitable en la vigorosa discusión política. La campaña presidencial de Clinton está cada vez más nerviosa porque Jeb Bush, el republicano a la cabeza en la carrera por grandes recursos económicos, se ha estado embolsando abiertamente millones del super PAC durante semanas.

Hasta ahora, Clinton dudaba en aceptar plenamente este nuevo vehículo abierto de fondos. Los super PAC son fruto de decisiones judiciales que permiten donaciones ilimitadas de corporaciones y sindicatos. Estos grupos supuestamente independientes han apuntalado a candidatos y, para mala fortuna, se han acercado incluso más a operar como gerentes de campaña por sus candidatos.

Clinton está lista para cortejar a los superdonadores, con base en un informe del Times, con el objetivo de reunir cientos de millones de dólares a través del Priorities USA Action, un super PAC en el cual algunos de sus asesores de campaña de largo tiempo atrás asumirán posiciones de liderazgo. El presidente Barack Obama se benefició de dinero del super PAC para su reelección, pero Clinton estaría yendo un paso más allá al aparecer en las reuniones del super PAC para recabar fondos, donde grandes donadores buscan estatus de personas con información privilegiada.

Ante quejas de hipocresía, algunos estrategas dicen que Clinton no puede darse el lujo de “desarmarse unilateralmente” mientras rivales republicanos como Bush evaden límites de donaciones al mudar operaciones a liberales super PAC, y conservadores como los hermanos Koch prometen 1.000 millones de dólares para la campaña del 2016.

La gente en su campaña insiste en que Clinton puede defender la reforma incluso a medida que sube al abrevadero del super PAC. Ella ciertamente intentará explicar esta dualidad en el trayecto de campaña. En el pasado, candidatos demócratas han prometido extensas reformas de campaña, incluidos Obama y Bill Clinton, solo para perderse de vista en la Casa Blanca.

En el ínterin, Hillary Clinton debería aprobar la Ley de Fortalecimiento, propuesta en el Congreso estadounidense, que repararía y actualizaría el sistema público de financiamiento presidencial que sirvió a la nación bien durante una generación tras la corrupción de Watergate. Ella y candidatos de ambos partidos deberían abordar los riesgos que representa el proceso democrático por el ascenso de los super PAC, que lejos de ser independientes de campañas están asumiendo funciones centrales de una campaña, en violación a la ley federal electoral.

Todo parece indicar que no hay nada que impida que el fenómeno se haga del control del proceso electoral, mucho menos la Comisión Federal Electoral, cuya presidenta demócrata, Ann Ravel, ha pronunciado a la comisión “peor que disfuncional” debido a tensos enfrentamientos de tipo partidista. Un comisionado republicano, Lee Goodman, lo expresó de otra forma: “El Congreso sentó las bases para el atolladero”.

© The New York Times 2015(O)