Más de tres años debieron pasar para que el acucioso fiscal y los perspicaces ministros descubrieran que alguien debió haber hecho el envío de la valija cargada. Inicialmente, ellos determinaron que toda la responsabilidad caía en los receptores, quienes ya estaban presos en Italia gracias a la Policía de ese país que ya había hecho su tarea. Más adelante, cuando se les recordó que un viaje puede o no tener un punto de llegada, pero jamás dejará de tener uno de salida, dijeron que el envío lo habían hecho los mismos que lo recibieron. Finalmente, ante la insistencia de la prensa ‘corrupta’ y de algún ‘sufridor’, que preguntaban por la manera en que pasaron los controles que, se supone, deben existir en la Cancillería, encontraron al culpable. Era, como corresponde a una historia de tortugas y otras especies, un perro. Un perro negligente. Sería por la edad, por resfrío, por complicidad o por haber sido entrenado por la CIA, el hecho es que varios kilos de droga se le pasaron literalmente por delante de sus narices.

Parecía que ahí terminaba todo, pero ahora reaparece el asunto. No deja de ser raro, ya que en aquellos tiempos abundaron en razones para declararlo como caso cerrado (lo del perro superaba en imaginación a Edgar Allan Poe con su gorila ininteligible). Acudiendo a los malos pensamientos, en las redes sociales ya han comenzado las especulaciones sobre la posible relación entre la ágil y eficiente detención de los responsables locales y otros hechos. Se ha sugerido que podría existir un patriótico interés de disparar bajo la línea de flotación del acuerdo con Europa, que cada vez se parece más a un tratado de bobo aperturismo y a una adscripción a lo firmado por Colombia y Perú. La estrategia, según esas malas lenguas, sería que los europeos pongan objeciones a un país en donde el narco puede penetrar las vías diplomáticas. Obviamente, las personas sensatas que aún quedan en esas redes responden que nadie en sus cabales podría llegar a ese extremo, ya que equivale a pegarse un tiro en la sien.

Entonces, queda la hipótesis de la confabulación internacional capitaneada por el organismo que dirige todas las conspiraciones que en el mundo han sido. Si es así, se deberá considerar la posibilidad de que esa oscura agencia haya infiltrado a sus agentes hasta muy altos niveles del manejo de nuestros asuntos internacionales. Es que no se explica de otra manera que alguien pueda mandar un encargo en la valija oficial. Es bastante improbable que en las oficinas de las calles Carrión y 10 de Agosto reciban sin más ni más una carta, un bulto o unos cuantos jarrones para enviarlos al exterior. Los agentes encubiertos deben haber tejido una red lo suficientemente densa para hacer caer a todos los que debían aprobar y ordenar la recepción de los jarrones y su inclusión en la valija. El hilo de la red comienza por la persona que firmó el acta de entrega recepción bajo la orden de un superior.(O)