Marchar es un deber. Marchar por el Primero de Mayo es una conmemoración y no una fiesta: nos inspira porque es una posibilidad de expresar desde nuestro propio lugar de enunciación; desde nuestros imaginarios y convicciones.

Marcar el lugar de enunciación es definir las líneas: ¿tiene coherencia marchar en un primero de mayo tomados del brazo de aquellos en cuyo honor se creó precisamente la jornada del primero de mayo?

Recuerdo a Vicente. El hoy jubilado siempre tuvo un solo ingreso y muchas horas de trabajo: fotoperiodista que caminaba la ciudad y el país. Y de tanto caminar un cáncer se tomó su pierna derecha.

El tratamiento de cada una de sus terapias superaba los seis mil dólares; jamás pudo reunir una cantidad así para un solo motivo –como el de una cita semanal de quimioterapia–. Pero tenía una afiliación a la seguridad social, un recurso del sistema público para acceder al diagnóstico y tratamiento oportuno; afiliación que le permitió tomar durante siete meses el tratamiento y tener una esperanza mínima, compartida con todos quienes lo rodean. Vicente es solo una historia de los más de tres millones de afiliados que deberían marchar para defender ese espacio de solidaridad al que todos quieren echarle mano.

Pero no es la única razón para marchar.

¿Recuerdan a Dolores Cacuango Quilo? “Fue en este contexto signado por la precariedad y la miseria, por el despojo y la discriminación, donde Dolores tomaría conciencia de su situación como pobre, mujer e indígena para convertirse en una de las más conocidas referentes de la izquierda ecuatoriana”. Dolores es una razón más para marchar, una razón consecuente.

Mamá Tránsito Amaguaña Alba también. Hija de “huasipungueros”, tomó los mismos caminos de Dolores: “Tránsito Amaguaña entabló amistad con Dolores Cacuango, y ambas, a partir de 1946, organizaron las escuelas bilingües indígenas, con el apoyo de la dirigente política y maestra Luisa Gómez de la Torre, quien las administraba secretamente, puesto que no eran reconocidas por el gobierno de la época. El propósito de Gómez de la Torre era que los propios indígenas fueran los que dirigieran las escuelas, como efectivamente hicieron”.

Por esas memorias hay que marchar, pero con posiciones consecuentes y coherentes.

¿Recuerdan la matanza de Aztra o el casi reciente feriado bancario? El 18 de octubre de 1977 cerca de dos mil obreros se habían tomado las instalaciones del ingenio azucarero Aztra, en La Troncal. El reclamo era por mejoras salariales.

La represión terminó con la vida de más de cien de ellos. “…muertos, bien muertos están…” era parte del estribillo que dos músicos con un sacerdote salesiano cantaban encerrados en la sala de la vieja casa de mis padres, para recordar el tercer año de aquella masacre. Aztra es una razón para marchar.

¿El feriado bancario? También es una razón inevitable: más de dos millones de exiliados gracias a las decisiones de quienes quieren volver.

Pues sí, hay motivos válidos para marchar este viernes. Pero que sea la consecuencia y la coherencia con la jornada, la bandera que lidere y guíe a quienes piensan estar en las calles. La consecuencia, no los intereses partidistas.

La consecuencia y la coherencia de nuestros actos. (O)