Una de las cosas que más disfruto es ir a ver una película, ya sea a la salida del trabajo o un día domingo; llegar a una de las salas de cine de algún centro comercial para disfrutar no solo de la película, los actores, sino también de la comodidad de las butacas, de la pantalla supergigante, del sonido, de los efectos…, del canguil.

Pero aunque mis idas al cine son siempre acompañada ya sea por un amigo, amiga, o por mis sobrinos, jamás incomodo a las personas que están a mi derecha, a mi izquierda, en frente o detrás de mí. Es insoportable escuchar que alguien conversa todo el tiempo atrás de uno, o que está refiriéndose a la película o a cualquier otro tema con un vocabulario, créanme, no capaz de tolerar.

Existen hombres y mujeres que se la pasan tomándose fotos antes y durante la película, o que están grabando con equipos electrónicos o teléfonos celulares escenas del filme o no sé qué.

Personas, comprando el tiquete donde dice el número de la butaca y la fila, se sientan donde les da la gana y si alguien va y les dice que ese es su asiento, sencillamente no se mueven.

Tuve el desagrado de ver a una señora junto a su pareja, hacer caso omiso al reclamo de otra persona indicándole que estaban ocupando una de sus butacas; la mujer sencillamente viró la cara y no se movió; lo hizo una persona mayor que los acompañaba.

¡Qué horror!, ¿dónde están las reglas de cortesía, mínimas, de las personas, sean estas niños, jóvenes o adultos?

Creo que si uno paga un valor por la entrada al cine para disfrutar de una película, el servicio del orden debe estar asegurado por este tipo de negocios. (O)

Yadira Alexandra Rivera López, Guayaquil