La enfermedad cerebrovascular continúa siendo la primera de todas las urgencias neurológicas en cualquier unidad hospitalaria. Es la primera causa de discapacidad física y, después de la enfermedad cardiaca y del cáncer, es la causa más frecuente de muerte. El tiempo que transcurre entre el inicio de los síntomas y el arribo a un hospital especializado es de vital importancia. De ese tiempo depende que la atención médica sea oportuna y que pueda preservarse la mayor función neurológica posible. El eslogan “Tiempo es cerebro” (del inglés Time is Brain) fue creado hace muchos años en Estados Unidos como parte de una campaña de alerta y concienciación a la comunidad para instruir sobre los síntomas que hacen sospechar de un infarto o una hemorragia cerebral, sobre la urgencia que requiere el tratamiento y sobre la necesidad de que existan unidades y equipos especializados para una inmediata atención. “Tiempo es cerebro” lo dice todo. Porque tiempo perdido es cerebro perdido.

Dos décadas atrás, el tratamiento del infarto cerebral se limitaba a ser tan solo de apoyo sintomático y de prevención de complicaciones. El advenimiento de nuevos tratamientos que implican destrucción del coágulo (trombolisis), sea por inyección intravenosa o sea por cateterismo cerebral (neurointervencionismo), ha revolucionado el pronóstico de esta enfermedad neurológica que, la mayoría de las veces, deja secuelas motoras o cognitivas definitivas. No todos los pacientes son candidatos para estos tipos de terapia, pues es indispensable que se cumplan criterios de selección muy estrictos; pero aquellos que sí los llegan a cumplir y pueden beneficiarse de dichas terapias, requieren de una acción integrada y conjunta con el traslado a la unidad hospitalaria especializada, a fin de que no transcurran más de tres horas desde el inicio de los síntomas hasta recibir el tratamiento. Aunque actualmente el plazo se ha extendido a cuatro horas y media para determinados casos, el factor tiempo es crucial para alcanzar el objetivo; en este caso: la recuperación completa de la función neurológica que se ha perdido.

“Tiempo es cerebro”. El tiempo es clave para que el tratamiento sea beneficioso. A los países del primer mundo les ha costado largas e intensas campañas de instrucción a la población para que las personas puedan reconocer precozmente los síntomas. El servicio de ambulancias fue optimizado y el personal paramédico y de enfermería fue entrenado para evaluar neurológicamente al paciente. Reportado el caso, el equipo humano del hospital empieza a alistarse para actuar y realizar exámenes diagnósticos tan pronto como el paciente arribe. Como ocurre con todas las terapias médicas de uso delicado, hay indicaciones, precauciones y contraindicaciones. Por eso, se requiere personal especializado.

No obstante que han pasado cerca de dos años desde que nuestro país cuenta con el tratamiento trombolítico para el infarto cerebral, son pocos los pacientes que han podido beneficiarse con dicho tratamiento. La gran mayoría de urgencias vasculares cerebrales llega a los hospitales fuera del periodo máximo permitido. Es indispensable llevar a cabo campañas de enseñanza a la comunidad, de entrenamiento al personal médico, paramédico, de enfermería. Y sobre todo es indispensable contar con servicios óptimos de ambulancia. Hay tarea para rato. (O)