Treinta y tres mineros chilenos quedaron enterrados a 700 metros por un derrumbe, el 5 de agosto del 2010. El gobierno inició el rescate inmediatamente y el mundo esperaba un milagro. Una máquina especial hizo contacto el 22 de agosto y el “estamos bien, en el refugio, los 33” desató la algarabía. El 17 de octubre emergieron a superficie todos sanos y salvos.
Sesenta y tres mujeres escaparon –en julio de este año– del grupo extremista Boko Haram en Borno. Este grupo antioccidental quiere establecer un Estado islámico en una Nigeria musulmana y cristiana. Cometen asesinatos y secuestran a mujeres y niñas, para forzar al gobierno a liberar a compañeros prisioneros. Según la ONG Human Rights Watch, los últimos cinco años han secuestrado a alrededor de 500 mujeres, muchas de ellas obligadas a convertirse al islam y casarse con combatientes.
Cuarenta y tres estudiantes mexicanos de la escuela normalista rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, desaparecieron el 26 de septiembre, luego de que la Policía de Iguala reprimiera una marcha preparada contra ciertas irregularidades en la Alcaldía, acusada de nexos con el narcotráfico, suceso que hoy tiene detenidos al alcalde y a su esposa, acusados de ordenar el ataque. Esta escuela forma a estudiantes de escasos recursos con la misión de reforzar la educación rural y preparar a líderes comunitarios para combatir la pobreza y mantener a los jóvenes alejados de las drogas. La Procuraduría confirmó el hallazgo de los cuerpos calcinados, pero los padres desconfían de aquello y se aferran a encontrarlos con vida.
Los 33, a pesar del feliz desenlace, reflejan las condiciones precarias en que laboran algunos obreros en varias minas de la región. Las 63 y los 43 visualizan problemas políticos, religiosos y sociales que superan controles oficiales en países sobrepasados por guerrillas y grupos criminales, que niegan el derecho a las personas a vivir en paz. Locke indica que los hombres son independientes y que nadie tiene derecho a acosar a otro en cuanto a su vida, salud, libertad o posesiones. La mayor posesión que tiene el ser humano son su vida y sus ideales, y el Estado tiene la obligación de garantizar su seguridad. Pero la realidad muestra secuestros, asesinatos, tráfico de personas, como actos cotidianos en lugares donde, para algunos, los fines económicos, políticos e ideológicos justifican poner en riesgo o acabar con vidas humanas, transgrediendo para ello las leyes de los hombres y la ley de Dios. Rousseau dice: “… hubiese querido, pues, que nadie en el Estado se pudiese decir por encima de la ley…”, y los hechos demuestran que algunos se sienten muy por encima de la ley y secuestran, torturan y matan sin escrúpulos.
¿Cómo es posible que un Estado no tenga la capacidad técnica-logística-policial para reaccionar ante estos tipos de secuestros? ¿No sería bueno que la ONU creara un grupo especial para este tipo de casos? Si buscamos vida en Marte, debemos ser capaces de encontrar secuestrados en la Tierra.
Me hubiese gustado una reacción para las cautivas nigerianas y los 43, con la premura y resultados que hubo para los 33.
Llegan noticias trágicas de Iguala, los padres mexicanos no creen en ellas, ojalá tengan razón y aparezcan los 43 estudiantes sanos y salvos.