Según el Diccionario Manual de la Lengua Española, un intelectual es quien se dedica a una actividad que requiere el empleo de la inteligencia. Aquella definición me parece burda, pues toda actividad humana digna de este nombre necesita el uso de la materia gris. El absurdo antónimo propuesto es inculto. En realidad, ciertos seres humanos se dedican a tareas manuales; otros, a intelectuales, sean albañiles, escultores, escritores, artesanos, artistas, especialistas en cibernética. El término intelectual suena engolado, fatuo, pomposo. Con el tiempo se alude a una especie de casta sesuda, pero ya no estamos en la época de Grecia con su gremio de filósofos o en la Edad Media cuando la cultura era el patrimonio de la iglesia. No somos lo que leemos, sino lo que asimilamos, sin el sentido del humor somos unos necios.
Algo parecido está ocurriendo con los ejecutivos. Se trata de quienes asumen tareas de alto rango, se encargan de su ejecución, pero todo el mundo quiere ser ejecutivo, nacieron taxis, buses ejecutivos. Para poder ostentar el título unos visten ternos uniformes, varios taxistas han sido asaltados por supuestos ejecutivos encachinados con chaleco, corbata, el tradicional maletín. De ahí pasamos al término exclusivo que nos ubica entre los privilegiados. Más arriba se hallan los llamados vip que han de ser very important persons. A partir del momento en que uno se cree importante suele volverse pendejo.
En la cúspide reina la jet set de la que se alimentan revistas abundantemente ilustradas, pues aparecer en el social es como salir del montón. Tratándose de un rey asesinando elefantes, los alumbramientos de Kate Middleton, no podemos quedarnos indiferentes, menos aún cuando una travesura del viento nos permite entrever el cucú, los pompis o los interiores seductores de alguna celebridad como le sucedió a la reina Leticia, cuyo delicado calzón ocupó con sumo éxito la primera plana de varias revistas. Presumo que toda esta gente destila oro y no sangre en su menstruación, jamás conoce situaciones apremiantes como el estreñimiento, la diarrea, la descomposición intestinal. Aquella gente no suda: transpira; no come: se alimenta; no va al baño: se retoca el maquillaje. Jennifer López hizo cerrar un centro comercial para poder hacer sus compras con tranquilidad. Existen papeles higiénicos burdos o sedosos según el pedigrí de las posaderas.
Beyonce suele salir en la prensa con frecuencia, luce anillos con brillantes, sarcillos de diamantes, un óvalo de diez quilates valorado en un millón de dólares que lleva en la mano izquierda. En la columna adyacente, una nota muy reducida alude a unos miles de niños muertos en la Franja de Gaza, una foto del papa Francisco bendiciendo mascotas. La farándula nos habla de figuretti, palabra que se refiere a quienes tienen fama de notoriedad, talentos (santo cielo, Leonardo da Vinci o Dalí tenían talento) y en vez de famosos deberíamos decir conocidos.
Hasta para el último viaje hay diferencias entre la tosca caja de madera, el ataúd de sándalo, el triple sarcófago de Tut-Ank-Amón (...). Pero después de pocos años será difícil notar diferencias entre el cadáver de un rey y el de un chambero. Solo entonces podremos hablar de democracia.