Una tendencia de las ideologías es reducir la realidad a uno o a pocos aspectos de la misma. Esta reducción se concretiza generalmente en: a) suprimir el uso de unas palabras, y b) en tergiversar el significado de otras. Supresión y tergiversación llevan al engaño; el engaño a su vez imposibilita una convivencia estable.
En nuestro idioma hay muchas palabras que, aunque por sí mismas sirven para transmitir un mensaje claro, son tergiversadas con fines ideológicos, para oscurecer ideas y confundir voluntades.
La supresión de las palabras “marido y mujer” parece que se va convirtiendo en un éxito de la ideología de género, por la cual algunos (pocos) sueñan en la supresión del “matrimonio”. Grandes agencias deshumanizadoras vienen invirtiendo grandes sumas en propagar el cambio aparentemente innocuo de “mi marido y mi mujer” con “mi pareja”.
Desde hace meses se difunde con intensidad la palabra “conservador” para denostarla, uniéndola sugestivamente a retraso, a antigualla.
Ciertamente, la sociedad formada por personas humanas es como una caravana, que peregrina, continuando en cierto sentido la creación con nuevos descubrimientos. La persona humana es caminante, se desnaturaliza en la medida en que pretende vivir anclada al pasado. Es como una bola de nieve en la montaña del mundo; en cada vuelta se va engrosando con nueva nieve. Para engrosarse, para adaptarse, sin desaparecer en las sinuosidades del terreno, conserva su núcleo central.
Conservar puede ser bueno, si lo conservado es bueno; malo, si lo conservado es malo. En este punto surge la discrepancia entre qué es bueno y qué es malo. (Creyentes judíos y cristianos sabemos que Dios es el modelo). Las realidades humanas, aceptadas generalmente por humanos de ayer y de hoy, son valores humanos fundamentales, y constituyen una respuesta. Cito algunas realidades: (1) Persona humana, independientemente de sus bienes; (2) la vida; (3) la verdad, a pesar de falta de nitidez, es valor humano; (4) laboriosidad; (5) justicia; (6) libertad; (7) corresponsabilidad. Estos y otros valores fundamentales pueden tener aplicaciones parcialmente diversas; el núcleo no desaparece ¿Cuál es el núcleo? La conciencia de que somos solo miembros y no toda la sociedad; la conciencia de que nos realizamos, dando y recibiendo.
El egoísmo destruye el “buen vivir” de la sociedad: el egoísta se encierra en sí mismo, en su ideología; llama verdad a la mentira (por votos) compra dignidades (con regalos); establece la sociedad del más fuerte, generalmente caprichoso; no asume responsabilidades, exige derechos.
En la medida en que no conservamos los valores humanos fundamentales entramos en una sociedad del “mal vivir”. Como en esa hipótesis habría desaparecido o enfermado la libertad, valor humano fundamental, seguiríamos llamando a esta situación “democracia”, para no ser castigados.
Como los valores humanos en lo fundamental tienen su origen en la creación, vieja de milenos, al mismo tiempo joven; pues le quedan otros miles de milenios de años por caminar, algunos educadores no los conservan. Actúan como si aceptar la existencia y la permanente acción de Dios fuera antigualla.