El Comercio vino a entrevistarme acerca del paso de los años, tuvo la gentileza de dedicarme una página, me impulsó a poner en claro mis ideas. Envejecer es la única forma de no morir, pues mientras hay vida hay optimismo. Separo la edad biológica (los años que tenemos) y la vejez mental cuando nos vamos al garete. Arthur Rubinstein con más de 90 años se daba el lujo de tocar los dos conciertos de Brahms en una sola noche; Picasso declaró: “Quiero morir joven lo más tarde posible”: a los 92 años seguía siendo un artista travieso.

Con los años no bajamos escaleras como rayos, pero seguimos alcanzando la cima de las emociones. A un amigo mío le gritaron: “¡Viejo pendejo!” Él se molestó por lo de viejo, prefirió quedarse con lo de pendejo; no hay edad fija para ser pendejo, mas no cualquier persona tiene el privilegio de llegar a vieja.

Apreciamos cada minuto, cada migaja de esquiva felicidad, no debemos esperar más de lo que la vida nos puede dar, se trata de vivir intensamente, morir serenamente. El sentido del humor es buen escudo, contesto a quien investiga mi edad: “¡No lo sé: eso cambia a cada rato!”. Morir siendo viejo es razonable; morir joven, injusto: el problema no es que los demás te acepten, sino que tú mismo te aceptes frente a tu espejo, puedas teñirte el pelo, hacerte cirugías, dejarte crecer el cabello, son cosas tuyas, son divertidas, pero el tiempo transcurre igual, es bueno tener las maletas listas. Vivir es realizar un viaje a través del tiempo, depende de ti muchas veces que sea un sueño o una pesadilla. Amar es parte de la solución, hacer el amor también, ya no hay limitación cronológica para aquellas travesuras: Anthony Quinn tuvo su último hijo a los 81 años; cuando Charlie Chaplin se casó con Oona O’Neill él tenía 54 años, ella 18, fue un matrimonio maravilloso, tuvieron ocho hijos; Paloma San Basilio me dijo: “Tenemos la edad que merecemos, nuestras arrugas son el mapa de nuestras emociones: tenemos cara festiva o rictus de amargor en las comisuras”. Los envidiosos enflaquecen a veces por rechazar la gordura, el talento, el éxito de los demás; otros nunca envejecen porque jamás llegan a tener conciencia propia, quedan como fetos adultos sin desarrollo. Pienso que la edad es mental hasta que me cruja un cartílago, me duela la columna, pero los achaques nos recuerdan que estamos vivos. No hay edad para la migraña. La vida es primavera, verano, otoño, invierno. Cada edad tiene sus encantos. La mía depende de lo que ocurre a mi alrededor: cuando veo lo de Palestina, tengo mil años; cuando presencio el nacimiento de un niño, un árbol, una flor, tengo la misma edad que ellos. Han creado la palabra vejentud, me siento a gusto en ella.

Considero que alcanzas la madurez cuando estás dispuesto a todo: a irte a una cita amorosa o a cualquier galaxia. Lo máximo es que una pareja tenga el privilegio de envejecer junta con la misma ternura.