Martha Fabiola Rizzo González

La modernidad significó muchas cosas, siendo su característica más relevante la importancia del poder de la sociedad centrado en la producción de bienes y servicios, relacionados directamente con el trabajo, espacio-tiempo y comunidad.

En la posmodernidad, el poder de la sociedad radica en el consumo, en el cambio en la velocidad de circulación, información, reciclaje, descarte, no envejecimiento y reemplazo.

La diferencia esencial entre ambas sociedades se visualiza en las prácticas culturales de las personas. En la modernidad, las personas eran productoras, en la posmodernidad son consumidoras. La edad moderna estaba obsesionada por la producción, mientras que la edad posmoderna lo está por la información y la expresión.

Elementos que marcan la base de las prácticas culturales de las personas en la actualidad. Normalmente la vida cotidiana de las personas en las sociedades modernas se organizaba con base en el rol del productor, cuya vida debía estar regulada normativamente. En cambio, en la posmodernidad, la vida cotidiana de las personas está organizada en función del consumo, guiada por la seducción y no por reglas o normativas que se intenten imponer.

Lipovetsky (sociólogo y filósofo francés), autor del libro La era del vacío, señala que la cultura posmoderna se puede detectar por varios signos: “Búsqueda de la calidad de vida, pasión por la personalidad, sensibilidad ecologista, abandono de los grandes sistemas de sentido, culto de la participación y la expresión, moda retro, rehabilitación de lo local, de lo regional, de determinadas creencias y prácticas tradicionales”.

En concordancia con tal afirmación, se podría establecer como una característica en las prácticas culturales posmodernas la búsqueda de identidad, como la existencia de identidades fragmentadas, diferentes y diversas.

Actualmente las prácticas culturales son prácticas transnacionales, con lógicas duales. No se puede hablar de prácticas culturales puras y simples en sociedades complejas.

Otra característica de las prácticas culturales en las sociedades posmodernas es la personalización que cada individuo imprime.

Las costumbres han caído en la personalización e individualización, es una cultura del sentir y de la emancipación individual, en el momento en que el crecimiento económico se ahoga, el desarrollo de las potencialidades humanas toma el relevo.

El hecho social y cultural más significativo de nuestro tiempo es vivir libremente sin represiones, escoger íntegramente el modo de existencia para cada uno.

Concede a hombres y mujeres una libertad de experimentación sin precedentes, pero también acarrea la tarea sin precedentes de hacerse cargo de las consecuencias. Una de esas consecuencias es la indiferencia, ansiedad, depresión que crece rápidamente, tan pronto se registra un hecho, el acontecimiento se olvida porque es reemplazado por otro. Se vive con ansiedad e incertidumbre pensando en un futuro incierto, llegando a estados depresivos graves.

La indiferencia es uno de los grandes retos que enfrenta la educación en la actualidad, indiferencia por saturación, información y aislamiento.

¿Se trata de formar individuos que obtengan logros de aprendizaje para la vida?, o ¿formar ciudadanos que respondan a las necesidades de la sociedad?

Dejo a su criterio cuál de las dos interrogantes usted escogería para guiar el futuro de sus hijos.

* Directora de Arte UEES.