Se oyen entre nosotros voces venidas de Europa. Alaban hasta el momento a Francisco, maestro “con olor de oveja”; olvidan al grande Benedicto, maestro catedrático. Dos papas grandes en su magisterio, diversos en el ejercicio del mismo. El contenido principal de dichas voces es lo que llaman infalibilidad del papa. Al oírlas, vino a mi memoria un juez, más acucioso en obedecer al jefe que en juzgar de acuerdo a derecho. Este juez prohibió al párroco repicar las campanas en la noche. El párroco que, también por viejo, no era asustadizo, respondió: Como usted sabe, señor juez, en nuestra parroquia no hay campanas…

Notemos que hay dos formas del magisterio eclesial:

a) La forma extraordinaria, dogmática, con la cual se expresa y define una verdad doctrinal o moral, que todos los católicos aceptamos, como guía de nuestra fe. Las mencionadas voces llaman infalibilidad lo que nada tiene de lo que es el dogma de la infalibilidad del obispo de Roma, pastor universal de la Iglesia católica. 1) ¿Qué no es esta infalibilidad? - No es impecabilidad. Especialmente en épocas de mezcla de poder temporal con el ministerio sacerdotal, hubo algunos papas con grandes pecados y virtudes. Pecados publicitados, como los de Alejandro VI. - No es inerrancia en cualquier materia. El papa puede errar. Algunos “científicos”, aun en el siglo XVII, afirmaban que el Sol gira alrededor de la Tierra. Como el Génesis afirma lo mismo, el papa, confundiendo el Génesis con un libro científico, se equivocó y condenó la afirmación de Galileo (1564-1642) que la Tierra gira alrededor del Sol. 2) ¿Qué enseña el dogma de la infalibilidad? Enseña que el papa, obispo de Roma, en cuanto pastor universal, asistido de manera especial por Cristo, no puede enseñar y no enseña algo contrario ni a la fe ni a la moral. Esta verdad fue aceptada por los cristianos en general desde hace muchos siglos; fue declarada dogma por el Concilio Vaticano I, presidido por Pío IX en 1870. Para la infalibilidad, para un dogma deben concurrir los siguientes elementos: Primero.- Fundamento en la Biblia y en la tradición cristiana; tradición que se origina en el mismo magisterio (en la proclamación del Dogma de la Asunción, Pío XII consultó a todos los obispos y la enseñanza tradicional en los primeros siglos). Segundo.- Enseñar a toda la Iglesia, invocando la autoridad de Pastor de la Iglesia universal, dada a Pedro y a sus sucesores. Tercero.- Enseñar expresamente una verdad relativa a la fe y a la moral. El papa Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano insinuó que solo el núcleo del dogma es inmutable. Paulo VI en la Encíclica ‘Su Iglesia’ señaló el deseo de su predecesor de adecuar la formulación para una mejor comprensión del contenido del dogma. (Encíclica ‘Su Iglesia’ n. 192).

b) La forma ordinaria del magisterio. La forma ordinaria no significa por sí misma que la doctrina enseñada es falible. El papa Francisco, hablando sencillamente, en diversos momentos, frecuentemente sin papeles, no pretende ser infalible en cada expresión.