El fanatismo del fútbol en el Mundial del 2014 desencadena una pasión desmedida en todos los estratos sociales que incluyen a políticos de todo el mundo, es un estrés generalizado debido a la tensión que existe en que gane o pierda el equipo de su selección, las personas se ven perjudicadas por lesiones cardiovasculares y del sistema nervioso cayendo en una depresión por sentirse impotentes ante la pérdida de su equipo y más si no están de acuerdo con la decisión final del partido. Este fanatismo es el mayor daño a la salud y educación, por las situaciones de violencia, enfrentamientos callejeros, pintadas en los rostros, imágenes provocadoras de hinchas mujeres adolescentes que afectan en su educación, destrozos en la vía pública, maltratos o riñas entre hinchas, incrementos de bebidas y sustancias controvertidas.

Alejandro Pérez, periodista, escritor, en una de las entrevistas manifiesta que hay quienes podrían cambiar de pareja pero nunca cambiarían de equipo, eso no es más que el reflejo del exceso en el que se puede caer si no se toman en cuenta todas las implicaciones que el deporte tiene como actividad inherente al ser humano. El fanático pierde su compostura si su equipo gana o pierde, los cataloga de malos a los que están con el equipo contrario, no aceptan la derrota, culpan al árbitro, a los jugadores lesionados, a la poca inversión de su equipo u otras causas dadas por las circunstancias.

El futbolista proviene en su mayoría de estratos económicos bajos. Dejan atrás cualquier formación, aprendizaje de un oficio debido a su escasa preparación para el mundo laboral, deslumbrados por las grandes sumas millonarias y la fama que ganan los jugadores profesionales. Se convierte en la profesión anhelada de muchos jóvenes que quieren cumplir su sueño, pero muy pocos llegan a obtener este ideal y la gran mayoría se queda en el camino y más cuando hay corrupción en los clubes de formación con la preferencia irracional de los dirigentes hacia determinados jugadores.

Taylor (1971) y Clarke (1973), aseguran que los grupos marginales que buscaban una escapatoria a través del fútbol han visto amenazados sus ideales con la creciente comercialización e institucionalización de su pasión. Una de las mayores aportaciones de Taylor ha sido, el entendimiento de la importancia que tienen para los miembros de las clases menos favorecidas las competencias deportivas, que descubren sus aspiraciones en ellas. El jugador, una vez que ingresa a un equipo, se deslumbra por las ofertas económicas, no tiene ningún problema en cambiar de camiseta aunque se trate de un equipo rival, entrando a este deporte como un negocio lucrativo.

Los periodistas también tienen su protagonismo dentro de este fanatismo futbolístico, lo cual contribuyen con su lenguaje y críticas a caldear el clima de violencia, utilizando sus crónicas para aumentar el rating y sus ingresos a través de la publicidad, que en la actualidad es increíble ver cómo las primeras planas de los diarios, programas radiales resaltan como importantes eventos periodísticos y, las verdaderas noticias pasan a segundo plano ya que el fútbol es un negocio que mueve a millones de seguidores. Para los gobiernos es una buena inversión, utilizan al fútbol como distracción para tapar problemas graves en el país, como la corrupción, la falta de seguridad, el desempleo, distraer a la opinión pública de los malos manejos económicos.

Entonces, podríamos decir que el fútbol es una enfermedad psicosocial que afecta a la humanidad por el fanatismo de sus seguidores atacando su integridad cultural y ética.