En la época en que el líder indígena Daquilema fue proclamado en Cacha como Hatun Apuk; lejos, al sur de Nuevo México y Arizona, otro de los míticos dirigentes indios comenzaba una guerra abierta contra el Ejército estadounidense. En 1859, las tropas del gobernador militar de Sonora habían asesinado a su mujer, a sus tres hijos y a su madre, por lo que Gerónimo juró vengarse y se asoció con el jefe de los apaches chiricahuas, para luego comenzar el ataque a Sonora y otras ciudades.

Gerónimo se proclamó como jefe de la tribu chiricahua, no obstante, en 1876, el gobierno federal lo obligó a ingresar en una reserva indígena, a la que rechazó abiertamente; él no pretendía permanecer en ese pedazo de tierra árida y se marchó a México en 1885; acompañado de un grupo de guerreros, iba y venía entre ambos lugares, arengando a su gente para que no aceptaran la confinación en una reserva y vivir como prisioneros. En 1886, Gerónimo se fuga una vez más, con aproximadamente una treintena de apaches, ante lo cual se dio la orden de búsqueda y captura contra este líder indígena, enviándose 5.000 soldados, la tercera parte del Ejército estadounidense de la época, y ofreciéndose también una inédita recompensa por su captura.

Después de una agotadora lucha y resistencia, Gerónimo fue encontrado en Sierra Madre y este decidió entregarse. Sus compañeros fueron enviados al fuerte Marion en Florida, donde las condiciones de insalubridad causaron numerosas muertes por enfermedades; Gerónimo fue recluido en la prisión de Fronteras en Sonora, donde permaneció tres años; transcurrido este tiempo, fue trasladado a una reserva indígena en Oklahoma, sin que tuviese la ocasión de volver a ver a su pueblo, pasó ahí los últimos años de su vida.

Esta es la historia, nuestra historia; la que ha sido ocultada y negada por la historia oficial con un propósito muy claro, adormecer el sentido de nación de los pueblos subyugados y relegados por el colonialismo, desplazados de sus territorios, confinados a su propia suerte en las montañas y lugares inhóspitos. Más acá, Daquilema fue fusilado en la plaza mayor de Yaruquíes por orden del presidente Gabriel García Moreno el 8 de abril de 1872, pero su legado, tanto como el de Gerónimo, permanece intacto en nuestros corazones; la lucha por la tierra, por el agua, por la supervivencia cultural, por la inclusión en los estados nacionales, sigue vigente, en diversos espacios y escenarios.

Con los chiapas en México, con los mapuches de Chile, con los pueblos originarios de Perú, Bolivia, Ecuador y con otros tantos hermanos y hermanas de otras latitudes, seguiremos germinando un futuro de dignidad, con la esperanza de construir el “sumak kawsay”, sin paternalismos, pero exigiendo nuestros legítimos derechos.

Todos los relatos de resistencia indígena en nuestro continente son parecidos; los verdaderos líderes, guerreros, héroes y heroínas indígenas que han luchado contra el terrorismo invasor desde 1492, paradójicamente serían llamados terroristas y saboteadores. Creemos que los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador son pacifistas, pero cuidado, tanto calificativo malsano, que se da por hoy a sus dirigentes, puede terminar por convencerlos.