El 4 de mayo pasado, en Panamá hubo elecciones para distintos cargos públicos, incluido el de la Presidencia de la República. Por razones personales, arribé a la capital de ese país al día siguiente del sufragio, consecuentemente, el comentario político de los resultados estaba por doquier, en todos los medios de comunicación y, por supuesto y lo más importante, en la ciudadanía de a pie.

Como sabemos, cuando visitamos un país que no es el nuestro, una de las mejores vías para percibir ciertos aspectos, como por ejemplo el sentir político, es iniciar conversaciones con la vendedora de la tienda, con el guía turístico, con los taxistas. Y así fue. En cada oportunidad preguntaba sus opiniones respecto de los resultados. Lo hice especialmente con los choferes de taxis, porque el tiempo del viaje permitía una charla un poco más prolongada.

He quedado profunda y gratamente impresionada por la capacidad de percepción y análisis en la mayoría de estos conductores. De nueve choferes, ocho, insisto: ocho, me explicaron con tal contundencia el escenario político –que ellos sabían que era lejano para mí–, con tal claridad y orden en sus ideas, que me parecía estar conversando con un analista político profesional más que con un profesional del volante.

Dijeron –por ejemplo– que durante la campaña, partidarios del presidente Martinelli mientras los vehículos se detenían para esperar el cambio de luz del semáforo les regalaban “jamones” (una funda llena de comestibles), y que al entregárselas les decían: “Cortesía del candidato tal…”. El chofer –con una mirada inquisidora– dijo: “Cortesía… ¿cuál cortesía? Eso fue pagado con los fondos públicos. Por eso, nosotros recibimos los jamones, pero lo castigamos en las urnas”. Otro me dijo: “No me gusta ninguno de los candidatos, pero me alegro de que perdiera el partido gobiernista, porque como Martinelli no podía continuar en el poder postuló a su esposa como vicepresidenta, pero todos sabemos quién desea seguir en el poder; el pueblo lo castigó”. Un tercero profundizó aún más: “El presidente sí ha hecho mucho, hay que reconocerlo; pero es prepotente, cree que solo él tiene razón, todo lo que él piensa hay que hacerlo. Por eso perdió, por abusivo e irrespetuoso. El pueblo le dio la espalda porque sabemos que sus maneras no son buenas, aunque haya construido la cinta costera”.

Sí. El pueblo es sabio, es contundente. No anda con medias tintas. Panamá lo ha demostrado en estas elecciones. Y algunas veces, en Ecuador también el pueblo les dice no.

De nueve choferes, ocho, insisto: ocho, me explicaron con tal contundencia el escenario político –que ellos sabían que era lejano para mí–, con tal claridad y orden en sus ideas, que me parecía estar conversando con un analista político profesional más que con un profesional del volante.