De un tiempo atrás el Banco Central tiene un ambicioso programa para estimular que se realicen transacciones económicas por medios electrónicos. Últimamente lo llaman monedero electrónico. Tiene similitud con programas exitosos en África.
El programa está dirigido a personas que no están bancarizadas, por sus bajos ingresos o por vivir en zonas muy apartadas. Serán transacciones a través de celulares, digamos tarjetas de débito electrónicas. Se piensa que podría aplicarse al pago del pasaje en la Metrovía o para compras en tiendas.
Aparte de servir a los no bancarizados, se busca que se transe menos en billetes: el Central gastaría mucho menos en el canje de billetes viejos con nuevos. A las empresas que venden productos en tiendas se acreditaría el valor directamente por vía electrónica, sin tener que mandar blindados a recoger dinero.
Todo lo que signifique adoptar nuevas tecnologías es positivo. Pero quedan interrogantes.
¿No será que la transacción electrónica resulte más costosa para el usuario que aquella en billetes? ¿Pagar unos centavos de comisión al comprar un producto en uno o dos dólares, cuando en efectivo no hay recargo? Las telefónicas no van a dar el servicio gratis.
¿Qué estímulo habrá para que usuarios, establecimientos y bancos se inscriban en el sistema, cuya instalación tendrá un costo importante?
Pero hay una preocupación que opaca a todas. El proyecto de código monetario y financiero trae un par de disposiciones relacionadas con el dinero electrónico. Se habla de emitir dinero. Se abre la posibilidad de que el Gobierno realice pagos con él.
No debe haber emisión en dolarización, pues se trata de una moneda que no es nuestra. Lo que cabe es que el Banco Central u otra institución acredite un valor para pagos electrónicos si la operación tiene pleno respaldo en dólares.
Hoy, el sistema de balances de Central trae un primer balance, sistema de canje, donde consta que el Central ha depositado USD 89 millones y, por lo tanto, ha acuñado (no emitido) monedas de forma, denominación y valor similar a las monedas fraccionarias del dólar, que pone en circulación. Lo mismo debe hacerse en el caso del monedero electrónico.
Pero el anteproyecto de código monetario y financiero no trae disposiciones que circunscriban las operaciones a las de esta índole. Incluso elimina el sistema de balances del Banco Central, lo que impide constatar que el medio de pago acuñado, a futuro electrónico, tiene respaldo total en dólares. Menos transparencia.
El que las autoridades propongan una reforma legal que les permita emitir medios de pago teniendo como respaldo, por ejemplo, un Bono del Estado, ha creado enorme preocupación en los agentes económicos. Se teme que se abra la puerta para un financiamiento al Gobierno, aunque esa no sea la intención de las actuales autoridades. Esa incertidumbre va a pasar factura a la economía. Es insensato mantenerla en el proyecto.
Se impone que en una versión de este anteproyecto se incluya toda una sección sobre dinero electrónico que permita la implementación del monedero electrónico, pero que cierre todo resquicio a la emisión; que corte de cuajo el brote de incertidumbre sobre el futuro del sistema monetario.