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Si Alianza PAIS promueve, según parece, una reforma constitucional, para instaurar la reelección indefinida de todas las autoridades en el Ecuador, estaría cavando su propia tumba. Una reforma de esta naturaleza no calaría profundo en nuestro país y sería un error garrafal en el proyecto político de la revolución ciudadana. La reelección indefinida es una aberración en sociedades que de alguna forma se han alineado dentro de la democracia occidental, acogiendo valores como la libertad, la alterabilidad y la pluralidad. Difícil de entender semejante intención de gente que dice ser democrática, los discursos políticos distan mucho de la práctica. Si nos sinceramos y vamos con la posibilidad de nombrar gobernantes vitalicios, mejor nombremos un rey, una monarquía absoluta; o para ser más justos nombremos un inca o un shyri, que sería lo más acorde con la realidad y la historia ecuatoriana.

Dentro del contexto político, creerse ser los únicos dueños de la verdad, los iluminados, los profetas o los elegidos, es una condición humana patológica, que ha causado mucho sufrimiento a la humanidad. Recordemos simplemente los regímenes fascistas europeos de la Segunda Guerra Mundial, la fiereza estalinista soviética, la oscura dinastía norcoreana o las prolongadas dictaduras latinoamericanas, entre tantos ejemplos. Las masas populares son susceptibles al engaño y a la manipulación, tal como ocurrió en la Alemania nazi, en tantos otros gobiernos incluso llamados democráticos; pero, sin embargo, hay que reconocer que actualmente la comunicación fluye vertiginosamente por las redes de la información, configurando gracias a la tecnología y a la internet, ciudadanos con mayores posibilidades de conocimiento, participación política y discernimiento. En Ecuador, seguro que aquella época en donde el populismo campeaba a sus anchas, removiendo susceptibilidades internas, ofreciendo el cielo y la tierra, solo es un patético recuerdo histórico; y hoy es evidente que a pesar del rechazo a la política, los ecuatorianos y ecuatorianas tienen una conciencia democrática y política más clara; o por lo menos esa es la lectura que podemos concluir en relación con los resultados de las últimas elecciones, en donde el revés electoral de Alianza PAIS en los gobiernos seccionales solo puede ser explicado por el arrastre del presidente Correa.

Las democracias latinoamericanas tuvieron un pasado turbulento, con la presencia de dictaduras, golpes de Estado y caudillismos; sin embargo, hubo esperanzas alentadoras para la consolidación democrática en la región. La presencia de gobiernos “progresistas” de aparente simpatía con regímenes totalitarios pone en entredicho tal esperanza, pero suponemos que son gajes de la vida política de un país. Sin embargo, no debemos perder la fe en esa consolidación, si bien el régimen democrático no es un sistema de gobierno perfecto, consideramos que es el mejor conocido. Si realmente los actuales gobernantes del país quieren dar luz verde a la reelección indefinida, no nos quedaría más remedio que pedir cierta sensatez y solicitar que permitan un real, debido y justo debate en el interior de la sociedad ecuatoriana, y que más que una Asamblea sumisa y obediente al Ejecutivo, sea el pueblo en las urnas quien tenga que decidir su futuro político. El tema de la reelección indefinida, si es que se aprueba, sería un claro retroceso democrático de impredecibles consecuencias.