“Me traicionó el subconsciente”: expresión coloquial que alguien añade, como excusa, cuando ha cometido un lapsus verbal, de aquellos chistosos y/o bochornosos.
La disculpa apela al otro para que no se pregunte si el error tiene algún sentido, y también expresa la vaga sospecha del propio sujeto de que hay algo en él que no domina y que contradice sus buenas intenciones. El término “subconsciente” es inapropiado; mediante este término en realidad la gente alude –sin saberlo– al inconsciente del psicoanálisis, el que Sigmund Freud definió como un concepto con sus propias leyes. Lo hizo en textos como Psicopatología de la vida cotidiana, uno de sus libros más populares, donde el autor estudió la determinación inconsciente de los lapsus verbales y de otras equivocaciones comunes.
Si la ocurrencia de los deslices en el habla es cotidiana, su producción y sentido interesan al público cuando el autor es una figura notoria. Es el caso de Nicolás Maduro, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, quien en las últimas semanas ha producido un lapsus en una alocución pública que ha sido muy comentado. El análisis de la significación de los lapsus requiere de las asociaciones del propio sujeto, como se hace dentro de un proceso psicoanalítico. Pero a veces podemos observar su mecanismo de producción: las leyes del inconsciente (desplazamiento y condensación), sin la intervención del sujeto. Entonces, cuando el presidente Maduro dice “así como Cristo multiplicó los penes (sic)…”, verificamos cómo el nuevo significante “penes” es efecto de la condensación de la “pe” de “peces” y la “nes” de “panes”, que han desplazado su representación sobre el nuevo término para producir un nuevo sentido.
Sabemos lo que el presidente Maduro dijo, pero no podemos saber en qué otra cosa estaba pensando cuando dijo aquello, porque no conocemos sus asociaciones. Como sea, todo lapsus verbal produce un nuevo sentido, diferente de aquel que se proponía expresar el “yo”. A veces, el nuevo sentido es aparentemente obvio para el observador aunque ello podría ser engañoso, en otros casos el nuevo sentido es claro para el mismo sujeto, y en otras ocasiones no es tan evidente para nadie. En todo caso, el público siempre ha sospechado que detrás de los lapsus hay una verdad que desmiente el discurso oficial del “yo” y sus supuestos buenos propósitos. Esto actualiza la pregunta acerca de si el inconsciente “traiciona” a su “dueño”.
El inconsciente jamás traiciona al sujeto, aunque frecuentemente contradice al “yo”, que no es lo mismo. El “yo” es –entre otras cosas– la imagen que cada uno tiene acerca de sí mismo, con la que se maneja en su vida social y en su relación con los demás. En cambio, el sujeto es esa instancia evasiva e íntima que se articula con nuestras verdades secretas y nuestros deseos, y de la que solo tenemos fugaz noticia en momentos como el de los lapsus. El inconsciente es un concepto del psicoanálisis, y su presencia es ubicua en nuestra vida cotidiana para quienes quieren reconocerlo y hacerse responsables. Quizás por ello la mayoría admite su existencia, y por eso las neurociencias actuales aceptan la determinación inconsciente de actos y dichos, y han empezado a investigar sus fundamentos biológicos.